viernes, mayo 06, 2016

ANDANDO Y POR EL PUENTE

Me gusta ese sol de lluvia que te acaricia cuando se escapa del nubarrón. Presiento en su gesto una sonrisa pilla de quien ha burlado a su celador. Me fascina cómo la incidencia de la luz posee el prodigio de la transformación de una misma cosa.
Es la luz un despertador para los sentidos y así lo percibí cuando ese trocito de sol fue nuevamente raptado por la nube glotona que, detrás de ella llegaron más, y el color de la vida nuevamente se transformó. Una lluvia dulce, tranquila, comenzó a lavarme la cara al pasar el puente muy de mañana, y no pude reprimir mis ganas de parar y reposar los brazos en la barandilla húmeda para que mis ojos se convirtieran en las ventanas del alma recreándose en aquella procesión de casas, cosidas y zurcidas unas a otras, distintas entre sí aunque con un mismo gracejo y desparpajo.
Conté varias veces sus colores para no equivocarme aunque la luz de la nube, de la lluvia y del sol fisgón, me iban cambiando sus tonos. Amarillo, blanco, verde, marrón, rosa, albero, azul, y delante de aquellos colores transformándose en medios suspiros, se enlazaban unos a otros los naranjos, coquetos y tímidos de juventud.
Toda la hilera de casas miraban a su río que en ese momento era una balsa salpimentada de minúsculas gotas frescas e inocentes. Cada edificio poseía una peculiaridad, eso sí, todas estaban rematadas por una terraza mirado al cielo. Me imaginé aquellos espacios en noches en que la caló afloja y su techo se enciende de estrellas. Y deseé fundirme en esos techos colgados de las nubes entre susurros de conversaciones, cerveza fresca y risas espontáneas… Me imaginé tanto enganchada a la barandilla del puente que no me di cuenta que el tiempo apremiaba y yo tenía una cita.
Llegué con el tiempo justo y el sofoco apretándome los talones.
Me senté en un rincón cerca de la puerta, pero el bullício de la calle me distraía y fui a parar a otra esquina más recoleta y menos hostil donde leer mi pasado mientras Ella me escuchaba. Allí encallada en su puerto, mientras un cañaveral de cirios acunaba su figura en una luz tan ténue, que llegué a pensar que el sosiego y la paz debían ser algo parecido a aquel instante efímero. Invoqué, antes de partir, lo más parecido a una salve marinera mientras ya mis pies salían de nuevo a la calle, no sin antes volver la cabeza para decirnos una a la otra “un hasta luego”
Y volví a pasar el puente. Ya no llovía y algún rayo seguía jugando al escondite con las nubes glotonas. Paré un instante fugaz para volver a mirar con los ojos del corazón.

Una vez oí que a Triana hay que entrar por el puente y andando. No lo olvides.

5 comentarios:

TORO SALVAJE dijo...

Tú siempre miras con los ojos del corazón.
Es un don y una condena.

Besos.

Unknown dijo...

Andando, por el puente y con los ojos del alma bien abiertos. Como tú haces. Un abrazo

marbrava dijo...

Esa frase, "En Triana hay que entrar por el puente, y andando" veo que se te ha quedado grabada en la mente. Pues ya sabes como lo tienes que hacer siempre. Un beso.

Ambar dijo...

Estoy segura que Ella te escuchó, aunque tan solo invocaras algo parecido a una salve marinera. Estabas en Triana, habías cruzado el puente y habías ido a verla.
Besos

Maripaz dijo...

Que bien has plasmado ese mundo de sensaciones al pasar por el puente de Triana. Me he permitido cogerte del brazo y revivir contigo bajo el arrullo de tus letras una vez más esa magia sevillana cruzando ese barrio tan querido para mi.
Hasta me ha entrado nostalgia de volver.
La fotografía, es divina.
Un beso.