Tengo la costumbre
de enredarme entre las hojas de las revistas; disfruto de la sensación en que
voy a encontrar un tesoro. Siempre hallo unos ojos, una sonrisa, unas
manos, siempre algo que enciende la chispa de la imaginación. Las abro, las
extiendo por el suelo, echo mano de las tijeras, de papel y bolígrafo y
comienzo a investigar…
Y lo más llamativo
de todas las revistas, sean de la índole que sean, es que todas tienen algo en
común: un pequeño espacio con alma humana. Sí, me refiero a plumas anónimas que
expresan el latir de las calles, lo que de verdad pasa por el mundo, lo que les
inquieta, lo que les asusta, aquello que les encoge el corazón. Ninguno de
ellos son banqueros, ni políticos, ni artistas, ni cantantes…, son simplemente
gente corriente con un corazón que late a ritmo del día a día, con una mente
que desarrolla ideas, piensa y hacen, al fin de cuentas, que esas revistas o
semanales tengan gratuitamente la verdadera esencia de la vida, la voz de la
calle con una letra desconocida.
…Cuando termino mis
tardes con multitud de recortes, los guardo en una caja y, en verano, al
frescor del agua y mientras el sol me aplana la sesera, saco esos tesoros
recolectados en tardes de invierno y encuentro verdaderas joyas literarias que,
en menos de quinientas palabras te hacen la radiografía de un tiempo, un
momento, un instante…, todas hechas por gente corriente pero muy valiosa.
1 comentario:
Suelo repasar algunas revistas en las salas de espera de médicos y similar. No entiendo la profusión de algunas consagradas a la vanidad del bien aparentar. Las que contienen trazas de humanidad son dignas de recortar, tal como tú cuentas.
Besos.
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