domingo, diciembre 22, 2013

22 DE DICIEMBRE

Las campanas de los franciscanos dieron las seis mientras la tarde languidecía y las luces de navidad del Paseo Zorrilla se encendían. El suelo estaba mojado, la única señal de que la niebla estaba guarecida en cualquier esquina esperando que cayera la noche para envolvernos en su dulce misterio.
Aspiré con ganas un cigarrillo en solitario poniendo en orden las últimas tres horas vividas. Me vino a la cabeza las palabras de una amiga, que es una mujer práctica y positiva por excelencia, cuando me mira a los ojos con la mejor de sus sonrisas y me dice “Prefiero ser feliz a tener razón”… Tal vez eso le haya pasado a mi familia que, después de años de tener razón, se ha decidido por unanimidad guardar la razón para volver a ser felices juntos, caminar compartiendo trozos de nuestras vidas, y volvernos a mirar a los ojos con todo el cariño del que somos capaces de darnos los unos a los otros.
No somos la familia de ayer, hemos crecido, nos faltan rostros, hemos incorporado nuevos personajes: hijos, nietos, yernos…, pero aunque el tiempo haya transcurrido con el péndulo marcando nuestras horas sin parar un solo segundo, nuestros corazones no tienen arrugas, ni en nuestras mentes hay surcos. Sin embargo, tenemos cicatrices que son las que nos recuerdan quienes somos con las huellas de los errores y los triunfos, de la soledad, de la alegría… Todos esos señuelos nos han hecho personas sin dejar de ser lo que éramos ayer.
Porque si nos paramos a pensar, todas las familias que son de verdad familia, que sienten la unidad como símbolo de una parte de sí mismos, en algún momento, en algún tiempo hubo un momento de costuras descosidas y lo que fue un traje bonito se convirtió en mangas solitarias, solapas sin gracia, pantalones sin cremallera ni cinturilla para sujetarse a una cadera… Pero también hay un momento que a la piña se la frota y se enciende la luz que da calor y todos ponen sus manos para sentir la calidez de la llama.
Un veintidós de diciembre, un día español de ilusiones, cava y salud.

A mi familia no la ha tocado la lotería, ni hemos tomado cava, pero hemos brindado por volver a estar juntos. Hemos cantado, reído, bromeado y nos hemos abrazado al final deseándonos feliz navidad y, para mí, eso es el mayor premio gordo que me podía tocar.
¡Felices fiestas, amigos!

2 comentarios:

Rosa M. Arroyo dijo...

No deja de maravillarme la sensibilidad tan exquisita con la que transformas en palabra el sentimiento. Es una delicia leerte.

América dijo...


Feliz Navidad amiga.

Hace rato que yo también he decidido no preocuparme por tener la razón ,la paz lo vale todo. En fechas tan señaladas y con nuestras entrañables ausencias el mejor regalo es compartir con los nuestros; hermosísima reflexión que suscribo totalmente, me faltan las palabras y me sobran otras tantas.
Gracias por estar y por esos magníficos textos a lo largo de estos años.
Feliz Navidad y un Venturoso 2014,deseando que tus más anhelados deseos se hagan realidad y el Señor te colme de bendiciones.