viernes, diciembre 27, 2013

IGNACIO

Está amaneciendo y me he acordado de ti… Cada día, a esta hora, te enfundas las zapatillas y sales a dar los buenos días a esa ciudad que se despereza. Al rato vuelves habiendo cubierto la primera etapa. Te duchas y cambias el color de tu cuerpo con un traje y una camisa blanca; con maestría te miras en el espejo mientras las manos logran el nudo perfecto de una corbata que es la guinda para una presencia elegante con una chispa juvenil. Te observo desde un recodo del pasillo, me gusta mirarte desde esas esquinas que no controlas y así verte crecer sin interferir en esos minutos tan tuyos… Y pienso cómo eres, como te veo… Y sí, eres imperfecto, a veces egoísta, desordenado, tan cerrado para tus sentimientos que ni con taladradora puedo perforar lo que te duele y no dices… Pero lejos de esas manchas tu corazón late sano, sin dobleces en tu carácter risueño; tus ojos achinados siempre miran con tanta luz que cuando ríes parecen dos semáforos chocolate. Tus pies tienen alas, tu sonrisa es la tarjeta de presentación y eres, en resumen, tan buena gente que, cuando te pienso, me convenzo que como tú hay muchos y aunque paséis desapercibidos en la gran masa global, el mundo podrá despertar cada mañana con esperanza porque gente como tú hace que la vida merezca ser vivida con una enorme sonrisa.

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