Las campanas de los franciscanos dieron las seis mientras la tarde
languidecía y las luces de navidad del Paseo Zorrilla se encendían. El suelo
estaba mojado, la única señal de que la niebla estaba guarecida en cualquier
esquina esperando que cayera la noche para envolvernos en su dulce misterio.
Aspiré con ganas un cigarrillo en solitario poniendo en orden las últimas
tres horas vividas. Me vino a la cabeza las palabras de una amiga, que es una
mujer práctica y positiva por excelencia, cuando me mira a los ojos con la
mejor de sus sonrisas y me dice “Prefiero ser feliz a tener razón”… Tal vez eso
le haya pasado a mi familia que, después de años de tener razón, se ha decidido
por unanimidad guardar la razón para volver a ser felices juntos, caminar
compartiendo trozos de nuestras vidas, y volvernos a mirar a los ojos con todo
el cariño del que somos capaces de darnos los unos a los otros.
No somos la familia de ayer, hemos crecido, nos faltan rostros, hemos
incorporado nuevos personajes: hijos, nietos, yernos…, pero aunque el tiempo
haya transcurrido con el péndulo marcando nuestras horas sin parar un solo
segundo, nuestros corazones no tienen arrugas, ni en nuestras mentes hay
surcos. Sin embargo, tenemos cicatrices que son las que nos recuerdan quienes
somos con las huellas de los errores y los triunfos, de la soledad, de la
alegría… Todos esos señuelos nos han hecho personas sin dejar de ser lo que
éramos ayer.
Porque si nos paramos a pensar, todas las familias que son de verdad familia,
que sienten la unidad como símbolo de una parte de sí mismos, en algún momento,
en algún tiempo hubo un momento de costuras descosidas y lo que fue un traje
bonito se convirtió en mangas solitarias, solapas sin gracia, pantalones sin
cremallera ni cinturilla para sujetarse a una cadera… Pero también hay un
momento que a la piña se la frota y se enciende la luz que da calor y todos
ponen sus manos para sentir la calidez de la llama.
Un veintidós de diciembre, un día español de ilusiones, cava y salud.
A mi familia no la ha tocado la lotería, ni hemos tomado cava, pero hemos
brindado por volver a estar juntos. Hemos cantado, reído, bromeado y nos hemos
abrazado al final deseándonos feliz navidad y, para mí, eso es el mayor premio
gordo que me podía tocar.
¡Felices fiestas, amigos!
2 comentarios:
No deja de maravillarme la sensibilidad tan exquisita con la que transformas en palabra el sentimiento. Es una delicia leerte.
Feliz Navidad amiga.
Hace rato que yo también he decidido no preocuparme por tener la razón ,la paz lo vale todo. En fechas tan señaladas y con nuestras entrañables ausencias el mejor regalo es compartir con los nuestros; hermosísima reflexión que suscribo totalmente, me faltan las palabras y me sobran otras tantas.
Gracias por estar y por esos magníficos textos a lo largo de estos años.
Feliz Navidad y un Venturoso 2014,deseando que tus más anhelados deseos se hagan realidad y el Señor te colme de bendiciones.
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