Amaneció en blanco y
negro…, de eso días recios y tan castellanos. El termómetro de la plaza marcaba
ocho bajo cero. La niebla envolvía la atmósfera de un dulce secreto… Miraba por
la ventana mientras mis manos se aferraban al calor de una taza de café hasta
que los pies me llevaron a la calle a envolverme en ese chocolate blanco…,
porque no era sólo la niebla, es que según me interiorizaba en la nube
algodonosa todo estaba blanco, hasta los árboles desnudos vestían de blanco y,
el que se aferraba a su hojas, emergía una leve negrura…, y yo me sentía dentro
de un cuento prenavideño… Hasta vi un ángel sobrevolando aquel paisaje encantado.
Si, fue entonces cuando la memoria trastrabillada se fue dos años atrás…
El reloj marcaba la
una menos veinte de la mañana de un recién nacido nueve de diciembre y al cielo
se le apagó una estrella, y a mi ángel le crecieron alas… Tal vez por eso
amaneció un día de hermosa cencellada y así mi ángel pintarlo tan bello… como
ella era cuando una vez pisó la tierra en forma de una de las mujeres más
buenas que tuve el honor de conocer.
4 comentarios:
Una bella fotografía y un texto muy evocador. Tiene algo mágico la cencellada.
No se si ese ángel era tu madre.
Un beso
Seguro que estaba ahí, me ha emocionado mucho tu texto, hay quienes permanecen por siempre en nuestros corazones, inalterables en el tiempo y en la memoria.
Toda mi admiración y respeto como siempre.
Precioso amiga, me he metido en tu texto. Por cierto Mª Angeles, vengo también aquí para decirte que tus amigos de la Tertulia Cofrade Cruz Arbórea te desean Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo.
Precioso homenaje a ese ángel y a esa mujer.
Besos mientras la tarde pinta plomo en el horizonte.
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