viernes, julio 21, 2017

MI PERRO Y YO

Cada mañana me quedo observándole mientras me tomo el segundo café. No se inmuta, aunque su cuerpo me hable desde el rabo hasta las orejas.

Y en sus ojos leo la mejor literatura. En ellos arde el amor, la tristeza, la esperanza, la pureza, la sabiduría. Términos que conoce a fondo por su olfato e instinto. Sentimientos que el hombre cree exclusivos suyos… ¡Qué necedad!
Su lengua trepa por las heridas humanas mientras su fidelidad está compuesta de esperas sin reloj.

Buceo en su perfil, me regodeo de sonrisas de gratitud, pero no dejo de preguntarme por qué Dios se lleva a los ángeles a su vera y deja tanto diablo suelto en un mundo en el que a veces se apagan las palabras; no encuentro respuestas y el desánimo fluye por mis poros.

Mi perro lo nota y se acerca; me da un lametón en la mejilla. Levanto el rostro al cielo nublado y doy gracias a ese Dios con el que me paso media vida riñendo y discutiendo, aunque las preguntas se queden flotando. A las personas no hay quién nos entienda; a los perros, siempre.

¡Buen fin de semana, amigos!

4 comentarios:

Marigem dijo...

Ayyyyy muero de amor. A mí me pasa con mis gatos, me entienden mejor que nadie.
Besos.

Lola Barea dijo...

Hola Ángeles. Yo pienso que, muchos de los animales tienen sus sentidos muy agudizados, y captan nuestros pensamientos.
Precioso texto, me ha gustado y he disfrutado leyéndote.

Un abrazo y feliz verano.

Lola.

SALETA dijo...

Plotino decía:
"Yo veo a Dios en la mirada húmeda de los perros".
Yo añado:
"He conocido a más de uno que no solo parecen humanos, yo diría que lo son".

Lo que hace el segundo café, jeje...

Besos, caminante.

Macondo dijo...

“Cuanto más conozco a la gente, más quiero a mi perro” (Diógenes).