martes, abril 25, 2017

MI CHOCOLATE DE LA ESQUINA

Cada mañana, antes de llegar a la esquina, ya se oye su voz y enciende mi rostro aunque  el sol se haya fugado. Chocolate es fiel a su esquina. Si hace frío, se pone la bufanda roja que tricotó doña Carmen para él. Las manos de la mujer tiemblan como un chachachá, pero fueron capaces de coger dos agujas y lana, y durante una semana cruzar las dos púas para que Chocolate sufriera lo menos posible los rigores del invierno.

Si llueve, tampoco es problema para él. Un día de vendaval y lluvia, Paco, el carnicero, al llegar a la esquina su paraguas se rompió. De rabia, lo tiró en un contenedor. Chocolate lo recogió, aseó la imagen  de la sombrilla carnicera rota por un aire burlón y, a los dos días, cuando Paco el carnicero volvió a pasar por la esquina se lo devolvió. El hombre, agradecido por aquel gesto de generosidad insospechada, regaló a Chocolate un enorme paraguas de fraile y un chubasquero de cuando estuvo en PortAventura con sus nietos.

Si hace calor, se abanica con su paipái obsequio del restaurante chino de dos calles más abajo. Este muchacho se merece el cariño de todo el barrio. Lleva más de cuatro años en la esquina, solo por las mañanas. Por las tardes, lo ocupa otro que da pena verlo por esa tristeza que cristaliza en su gesto. Sin embargo, mi Chocolate entiende la vida de otra manera. No sé cómo llegó hasta nosotros, ni dónde vive, ni si es legal o ilegal su permanencia en nuestro país. Lo que sí sabemos es que si te quieres tomar un café, él te cuida el perro. ¿Necesitas entrar al súper? También se queda con tu mascota. Si no puedes con las bolsas, él carga con ellas hasta tu portal. Si avista ciego perdido, corre hacia él y le dice “Hermano, ¿dónde te llevo?” Aunque su predilección son los ancianos, esos locos bajitos y encorvados a los que corre raudo cada vez que los ve cruzar por donde no deben y les grita entre carcajadas “Cualquier día el bus  hace de ti un filete”, o les huele en el súper cuando sacan el monedero y no atinan con las monedas, o cierra el bolso para que manos ajenas no hurten lo poco que hay.

Redouan, así se llama Chocolate, se le oye antes de llegar a la esquina “Buenos días” Es su grito de guerra, así de simple y su dentadura blanca estalla en tu ánimo.

Siempre que paso y su voz se queda cosida a mi espalda me pregunto si será un ángel caído de un cielo benefactor.

6 comentarios:

Ambar dijo...

A veces los ángeles toman formas insospechadas. La bondad es el ángel que todos deberíamos llevar dentro.
Besos

Mª Jesús Muñoz dijo...

Estamos tan acostumbrados a noticias desagradables, que cuando nos encontramos a personas bondadosas nos impactan...Ojalá los informativos buscaran noticias positivas, que las hay...Sería una forma de crear esperanza y cambiar el mundo.
Mi abrazo y gracias por compartir la existencia de Chocolate.

Macondo dijo...

Hay gente que parece haber nacido para hacer un poco más agradable la vida a los demás. Muchos son de otros países y son descalificados por otros que no esgrimen otros méritos para creerse con más derechos que el hecho de haber nacido aquí.

Pedro Luso de Carvalho dijo...

Olá Mª Ángeles.
Gostei de mais uma crônica tua, desta vez "MI CHOCOLATE DE LA ESQUINA", que termina com a delicadeza da cronista, assim: "Siempre que paso y su voz se queda cosida a mi espalda me pregunto si será un ángel caído de un cielo benefactor.". Parabéns.
Um beijo. Pedro

Reina Letizia dijo...

No pidas ángeles caídos. Tú pide ángeles bailando de pie.

Besos de Reina

DEMOFILA dijo...

Debes ser muy feliz cuando ves al chocolatero, por lo que dices en tu entrada.
Un buen chocolate por la mañana viene de perilla.
Dices que la felicidad es bella pero pasa pronto, si es un amor verdadero no creo que pase eso.
Besos, feliz fin de semana