Muerte. Una erección de violencia e intolerancia recorre las calles,
silenciosa, que no se escuche, que no se note, para que te sorprenda en tu día
a día. ¡Qué más da quien caiga!, el caso es matar, cercenar vidas anónimas,
traspasar el umbral y erigirse como toda poderosa.
Fronteras, alambradas de multitudes que huyen de la vergüenza, de la muerte,
y allí se quedan sus dedos ensangrentados de apretar ese alambre que les impide
su diáspora mientras sus pies se hunden en barro.
Niños de aguas heladas, rasurados sus cabellos para que los piojos no
aniden. Miradas que congelan instantáneas, niños de cartón que entre el
barrizal juegan a jugar. Ya no hay nada que quemar y los cuerpos se entumecen,
se achican de humedad. Las miradas felinas de los adultos desafían la realidad
que otros ignoran mirando de soslayo mientras sus vientres están edulcorados de
falsas palabras y abundancias que les sobran pero no comparten.
Entretanto la tinta escribe, relata, dibuja, conmueve, pero luego se
olvida. Las imágenes recorren videos y televisiones. Te estremeces, te impactan
cuerpos mutilados, niños naufragando, pero luego olvidas. Se convierten en
meros recuerdos, hojas secas que terminan marchitándose hasta la siguiente imagen.
Y tantas imágenes hay, que un día dejan de estremecerte, se han convertido en
un paisaje habitual. Ya el corazón no late, se acostumbró al dolor ajeno, al
suyo, nunca.
Y nos bañamos en nuestras abundancias, reconocemos como no nuestras el
sacrificio de otros por los demás, pero seguimos llenando nuestras estanterías
de tanto innecesario que una mañana despiertas y tiras todo para, a continuación,
volverlas a llenar mientras otros ya no tienen ni bolsillos para guardar ni un
suspiro.
Una tarde despistada te conmueves ante un relato de un amigo, un comentario
repleto de incomprensión. Asientes, empatizas con aquellas palabras, pero el
viento se las llevas y tú sigues caminando como si ahí fuera nada pasara.
No me gusta que mis letras se emborronen de sangrías y sí de esperanzas,
pero hoy la penumbra ceniza de la muerte sin sentido, alambradas de incomprensión
se han colado en mis costuras.
¿Dónde vas mundo, dónde voy yo?
2 comentarios:
Empiezo a considerar la muerte como un gran descanso eh... esto es insoportable.
Besos.
Aunque me duela contemplar esta posibilidad, alguna razón -que se nos escapa- ha de estar detrás de toda esta sinrazón.
Un abrazo.
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