Fue ayer mientras mis ojos se abrían al día y mi
cabeza aun estaba deleitándose de los vahos del sueño cuando la noticia se
impuso ante mí para que la leyera. No era nada del otro mundo, nada que
desconozcamos, sin embargo el contenido empezó a zumbar en el pensamiento; hoy
ha vuelto a recalar en ella y, al fin, he sucumbido a esa palabra tan manida y
por el contrario tan fuera de contexto en el momento actual de una sociedad que
corre y corre olvidando sentimientos, abandonando sus miserias, no por
resueltas, sino por falta de interés en una resolución que engrandezca al
espíritu.
Hablo del amor, ya veis qué cosas, tema recurrente y
fuera de melosos misterios. Pero de lo que quiero hablar es de ese amor a través
del tiempo, del transcurrir de miles y miles de días manteniendo la llama viva,
ahí sí que existe la magia de la seducción, del eterno olvido de uno mismo en
aras de tu compañero de viaje, del dar y perdonar y seguir camino mirando a tu
pareja como si le acabaras de descubrir.
Y me llamó poderosamente la atención aquel titular
de un viudo despidiendo a su eterna compañera, recordando cómo se conocieron,
su trayectoria vital juntos, siempre juntos, haciendo suyas las palabras de
Antoine Lavoisier “La energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma”,
como diciendo “Y seguiremos juntos aunque tu cuerpo ya no esté entre mis brazos”.
Sí, me ha conmovido porque el roce sistemático va
afilando sus colmillos hasta que traga ese ayer que te unió a otra persona en
los bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la
pobreza. Es cierto que muchísimas parejas subsisten gracias a las brasas que
transforman el amor de un ayer en un cariño permanente, pero eso cada vez se ve
menos. Incluso después de muchos años juntos, deciden un buen día rescindir
aquel contrato que firmaron mientras se miraban en las profundidades de unos
ojos que no veían límite a su océano amoroso.
Pero del viudo que os hablo, era una rara avis en ese
amor manido, sobado y catapultado en las prisas, en los sin perdón, en el
egocentrismo, y egoísmos actuales. Y mientras mis ojos recorrían las líneas de
letras asombradas del periodista de turno, mi yo más íntimo buscaba en mis
enseres un amor parecido al de ese viudo entristecido aunque unido para siempre
a esa energía que ni se crea ni se destruye, y lo encontré. Lo hallé en una
mujer que no gusta que se hable de ella, que siempre permanece en la sombra
dando permanentemente energía a su pareja. Ella es el cerebro, la logística y
la razón para que el norte y el sur estén en equilibrio. Él la mira con la
timidez del que no gusta mostrar sus sentimientos y que, sin embargo, sabe,
palpa y es consciente, que sin ella nada sería igual. Llevan juntos desde la
adolescencia y aun sus ojos brillan cuando se miran. Son dos eslabones en
perfecto engranaje. Él díscolo y currante, ella, conciliadora, abriendo siempre
sus brazos a la comprensión y al amor de los suyos, haciendo suyo el diálogo aunque a veces el enfado les
desborde, pero eso son tormentas que amainan para volver a lucir el sol en el
azul de su océano en común.
Hoy he sucumbido a la soledad de ese viudo que me ha
mostrado esos amores que ya no se llevan y precisamente por eso ha brillado su
tristeza en mi maltrecho descreimiento de un amor que a veces se me escapa entre
los huecos del alma que muy bien no sabe cómo nivelar el norte y el sur para
que navegue por mi océano personal.
¡Gracias, Sr Alierta y mi más sentido pésame!
2 comentarios:
Preciosa entrada. Me suscribo a tu blog; por si tú quieres pasarte por el mío te dejo aquí el enlace. Un abrazo.
http://estatormenta.blogspot.com/
Pues estoy de acuerdo en que el señor Alierta es una rara avis. No dudo que después de tantos años se sienta cariño y se necesite a la pareja pero conozco a muchas que son pura apariencia. Y lo que más me maravilla es que el padre le diga al hijo el modelo de mujer que tiene que buscar para emparejarse, o sea, igual a su madre y pareja del que da los consejos. ¡Qué doble moral!. Lo que no le ha dicho es que tiene que buscársela con las mismas tragaderas que su madre, además de tener la prudencia, inteligencia y bla, bla, bla. Y desde luego que mire para otro lado siempre, sobre todo mientras viva como una reina. Todo fachada Belinda, te lo digo yo.
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