No me voy a andar por las ramas… La patata no tiene secretos
para mí. Es más, hace escaso cuarto de hora me he erigido yo sola (no necesito
ayuda de nadie) como reina de la patata 2015. Por si hay alguna duda, el año
pasado me nombre reina del carnaval patatero.
Alguien se estará preguntando de qué puños está hablando hoy
doña Puri… Pues de la patata, pura y dura. Tubérculo comestible, hijo mío.
Porque no podéis tocar mi piel, pero suave como la del culito de un niño. ¿Y
por qué? Su poder suavizante y para más bemoles, calma el dolor y deshincha las
zonas hinchables… Que te quemas, patata… Que tienes acné, toma más patata… Que
tus ojos están cansadísimos, más patata…
Tranquilos, no tengo ni me he comprado un patatal; lo mío es
más sesudo. Comenzó cuando… Llegó la crisis… No hagáis cuentas, en mi casa
media vida y más hemos estado en crisis. Pero el día que aterricé a darme
cuenta, no guiarme por la intuición, fue cuando saqué mi súper monedero Louis Vuitton para pagar medio kg de plátanos
y nada más que encontré en mi lindo monedero el crucifijo que llevo siempre… Me
quedé parada, luego helada y por último miré al crucifijo y le dije “Qué, para
cuándo el milagro de los panes y de los peces…” Ni me contestó, ni actuó. Así
que me llevé dos plátanos nada más.
Una vez en casa me
puse a machacarme los sesos, mucho, mucho rato, pero al rato me di cuenta que
mis sesos han sido siempre escasos, de nada servía estar perdiendo el tiempo.
Así que como primera medida metí en el cajón de los dulces recuerdos mi
monedero Louis Vuitton; eso sí, saqué el crucifijo. Era ridículo ir de it
girl con un Vuitton lleno de aire. Saqué un monedero de plástico con el anagrama de la Tour Eiffel, metí el
crucifijo a ver si se explicaba en el nuevo habitáculo…, y se explicó, vamos
que si se explicó.
No penséis lo que no
es; no se me multiplicaron las monedas ni los billetes… ¿Recordáis la película
de Casablanca cuando se dicen “Siempre nos quedará París”? Pues a mí en versión
patata… Nunca, jamás, desde entonces abro el monedero y tengo para comprar
patatas… Otra cosa no, eh.
Total, me puse a
espachurrar la imaginación que de esa tengo una jartá y toma que toma patata…
De todas las especialidades, variedades…, viudas, solteras, casadas,
divorciadas, fritas, en tortilla, en salsa, sin salsa….
¿Qué he logrado?
Primero dar de comer a mi familia, eso sí, cada vez tienen más cara patata, y
no sé cuánto tiempo más podré sostener esta situación antes que me den con la
cazuela en la cabeza. Y segundo, pues que me dejen de dar la tostada con la
pregunta recurrente “¿Qué hay para comer?” Ya no me lo preguntan, les he dejado
mudos o sin palabras; tanto me da.
Ya sabéis, amigos,
si queréis quedar bien, una cena distinta o romántica, tengo vuestra receta…
Preguntad a doña Puri, ella nunca corre riesgos.
¡Feliz fin de
semana, amigos!
2 comentarios:
Muy ingenioso y recurrente. ¡Qué rico un plato de patatas fritas con huevo! De lo más sencillo y también placentero. Besos.
Bueno... Veo que te has arriesgado a concretar eso que decía Borges: "La vida son unas cuantas tiernas imprecisiones".
Sí señor, la narrativa es cosa de los valientes.
Un abrazo.
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