El verano es como una paleta de colores a cual más vivo, vibrante y alegre,
y pienso si a las personas esta estación nos hará mejores, y si nuestro
carácter celebrará durante tres meses las jornadas de puertas abiertas, en las
que tu espíritu, por esa luz que despierta pronto y se acuesta tarde, por los
grados que suben y nos hacen despojarnos de la múltiples capas de cebolla en las que revestimos nuestro yo más intimo y personal, colaborarán a que estemos más
receptivos a los demás.
Tu ánimo se llena de olores y sabores que prosperan hasta fundirse dentro
de ti y obrar el milagro de irradiar
alegría. Por muy siesa que sea una persona, en esta estación el vinagre en el
que a veces se baña el carácter se guarda en la alacena al menos hasta que
llegue el otoño.
Cada estación tiene su encanto, su belleza, sin ir más lejos, personalmente
me encuentro en mi salsa tanto en otoño como en invierno, pero he de reconocer
que el verano me sienta bien, como si mis ojos tragaran la luz y esa luz, más
tarde, encendiera el entramado de callejones escritos de memorias de verano que
me harán recordar en las largas tardes de invierno las risas de los amigos, las
fotos alocadas, las bromas, las copiosas comidas de sobremesas interminables,
las confidencias sinceras de espinas que no logras sacar del corazón, y que sin
embargo en un día de verano, aunque el dolor está ahí, eres capaz de
compartirlo con tu gente, o decir una verdad que no encontrabas el tiempo ni el
modo de decir.
Sí, el verano es de colores, rosa, verde, azul, naranja, amarillo… Cada uno
encuentra la tonalidad que más se acomoda a su esencia de persona que es. Yo
hoy lo he visto: éramos personas dispares, unas azules, otras blancas…, pero
todas llenas de luz dispuestas a darse un poquito a los otros.
Tratar de ser feliz es barato, no gratis, porque la felicidad se trabaja, y
hay que tener los ojos muy abiertos, el corazón predispuesto, y la mente
abierta para recibir y valorar lo que se presenta cada día delante de ti. Y en
verano es muy fácil ver pasar la felicidad, aunque sea chiquita, rozar tu
persona.
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