martes, agosto 19, 2014

LOLA

Es una noche desagradable. El viento azuza las ventanas, y las surfinias, plantadas en el mirador, tiritan de tanto vaivén. Tal vez, gracias a ese aire enojado, me haya sentado a pensar en ella, a cómo la he visto hoy vestida de domingo a pesar de ser lunes. Ha ido a la peluquería y ha pintado, sus ojos tristes, de fiesta.
Esta tarde ha salido de paseo, ha cogido su bastón y su bolso y se ha sentado en una terraza; no estaba sola sino rodeada de sus cuatro hijos, sus nueras, y parte de sus nietos. Está más sorda que un tomillo (como se dice en mi tierra al que no oye nada), pero ella trataba de acercarse a ellos para escuchar y, cuando no oía, sus labios risueños sonreían tímidamente. Incluso en algún momento he temido que esas lágrimas que siempre lleva prendidas en el corazón, brotaran en cascada; quizá por felicidad de ver a los suyos tan próximos y, también, por añorar a quien estuvo tanto tiempo a su lado, con el que compartió más penas que alegrías, su fiel compañero hasta el final. Porque no hay día que no le añore, que tenga para él, un recuerdo, un rezo, un suspiro.
Lola en mayo cumplió ochenta años y la sentó fatal cumplirlos. Lola peina muchas canas en el alma, sus achaques la torturan, pero su esencia late como el primer día en que presentí su facha tierna y adorable. Mujer que respira honestidad, cobijo de tantos besos y abrazos. Me gusta mirarla en soledad, en el silencio de esta noche atropellada de puyazos de viento malogrados, recordando ese candor suyo de perpetua inocencia, esa mirada nostálgica esperando siempre algo que no termina de llegar. Me gusta pensarla de lejos, de cerca y de costado, porque la veo como esa virgen dolorosa que aúlla cuando la duele el alma de tanto dolor contenido ya que Lola sufre como ninguna, pero disfruta también recordando, recordando su ayer de chica, de joven, de mujer, de madre. Lola se deleita viviendo la felicidad de otros, y desprende chispas de alegría porque ella es así, igual gime, que llora, que ríe.
Cada vez hay menos mujeres que se llamen Lola, ¡con lo que a mí me gusta ese nombre! Gotea tronío, personalidad, carisma, tan nuestro, tan español. Si hasta Machado escribió un poema para ti, mi Lola, querida. Pero, hoy, esta noche de silencio ventoso, déjame que te diga esta coplilla de Federico García Lorca…
Bajo el naranjo lava
pañales de algodón.
Tiene verdes los ojos
y violeta la voz.
¡Ay, amor,
bajo el naranjo en flor!
El agua de la acequia
iba llena de sol,
en el olivarito
cantaba un gorrión.
¡Ay, amor,
bajo el naranjo en flor!
Luego, cuando la Lola
gaste todo el jabón,
vendrán los torerillos.
¡Ay, amor,
bajo el naranjo en flor!

Ay mi Lola, que creciste grande a mis ojos mientras la vida se te iba entre fogones, hoy te he visto como entonces, cuando de niña me paseabas, ibas vestida de domingo aunque fuera lunes, limpia y aseada, y yo qué orgullo he sentido de ser tu sobrina.

1 comentario:

José Luis López Recio dijo...

Me ha encantado.
¡Que vivan las Lolas!!
Un gran abrazo, otro para Lola.