MIEDOS SUBTERRÁNEOS...

Desgrano mis horas y me deleito en los paisajes amados. La sonrisa hoy alza su valor; quizá mañana no haya más.
Déjame estar a tu lado, contemplarte en mis silencios, digerirte tal y como eres; quizá no haya un futuro para comprender tu esencia.
Los enseres de materia tienen su importancia. Permanecen amontonados aunque cada uno tiene una historia que contar. Os miro, os recuerdo y acaricio el porqué de vuestra estancia en mí.
Cada vez crece más el caudal de mis miedos subterráneos. Sin embargo, mi reloj íntimo corre más despacio. Sabe que hoy los días, horas y minutos son más escasos que nunca. Su tasación en mi vida es demasiado preciada para perderme en lamentos; quizá el mañana sea más corto que un suspiro volando en mis querencias.
Por eso, ven, aprieta mi mano, necesito sentir el calor y la entereza que no tengo y, sonriamos ahora. Miremos el despuntar del alba con la intensidad de que, quizá, el mañana jamás llegue…

La hora ha llegado.
Mis querencias ordenadas, mis amores provistos. Los armarios limpios y dispuestos. Allí guardo retazos de vida en rincones congelados de mi memoria más pertinaz.
La puesta del sol me espera. Suelta mi mano, he de partir.
Pero antes, déjame decirte algo: conocerte fue amarte a primer golpe de vista. Luego, fuiste lentamente enamorando cada sentido de mi conciencia con tu discurso culto, irónico y sensible.
Me pongo en marcha. Camino ya hacia mi destino inaplazable. Dejaré la luz de mi palabra, los demonios que me han perseguido y, me abandonaré al destino con el temor de no saber si hay un después.
Sólo, y no antes de cerrar los ojos, diré “Padre, en tus mano me pongo; tengo mucho, mucho miedo”
Y si, por un casual, no volviera a coincidir contigo en estos mundos apretados y bañados de dolor con sonrisas de esperanza, te espero en el más allá…