miércoles, mayo 24, 2006

SOLEDAD


Las horas muerden, arañan mis entrañas huecas.
El tiempo pasa lento, al unísono del tic tac y siempre igual,
al mismo ritmo, despacio y vacío.

A las cinco en punto oigo sus pasos, el aire se cuela por las rendijas y los pensamientos negros del miedo se evaporan.
Su presencia aligera el peso del ostracismo, la incomunicación que aprisiona mis venas.
Su voz es eco, humedece mis emociones secas.
Las viandas que me ofrece son el mejor alimento para un corazón consumido en esos intervalos que desuellan la savia que aún queda dentro de mí.

Mendigo y desamparado, no tengo ni una buena noticia que llevar a la boca, pero ella me sirve el té profano en azafate de fogosos semblantes.
En ese momento bailo con el alma y los sentidos se hacinan en la tempestad de mis ojos.

Cuando se va, mi desierto es un oasis.
Aíslo penas, es la tregua en mi desesperación.
Pero el día no ha acabado…

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