Soy cautivo de la noche.
Saboreo patinar sobre sus horas, volar en sus silencios.
El ruido permanece agazapado esperando al camión de la basura que doble la esquina y rasgue el cielo con un repique de motor.
Mientras, revoloteo entre el cielo y la tierra.
Mis ojos son los faros de búho que taladran las estrellas y mis dedos traducen los sueños de una mente obstinada.
Apuesto por los crepúsculos porque nada me impide alzar mis alas de mariposa y posarme en mi afasia semántica, jugar con las palabras mudas, respirar en la prudencia y deleitarme con la afonía.
Cuando las nubes anuncian la alborada, retorno a mis maitines y espero con acierto a que la bulla pase y pueda, de nuevo, caminar entre nimbos de espuma, tejados de gato y luceros en reposo.
No hables, calla… ¿no les oyes? Son los ángeles que susurran a tu sombra callada.
Saboreo patinar sobre sus horas, volar en sus silencios.
El ruido permanece agazapado esperando al camión de la basura que doble la esquina y rasgue el cielo con un repique de motor.
Mientras, revoloteo entre el cielo y la tierra.
Mis ojos son los faros de búho que taladran las estrellas y mis dedos traducen los sueños de una mente obstinada.
Apuesto por los crepúsculos porque nada me impide alzar mis alas de mariposa y posarme en mi afasia semántica, jugar con las palabras mudas, respirar en la prudencia y deleitarme con la afonía.
Cuando las nubes anuncian la alborada, retorno a mis maitines y espero con acierto a que la bulla pase y pueda, de nuevo, caminar entre nimbos de espuma, tejados de gato y luceros en reposo.
No hables, calla… ¿no les oyes? Son los ángeles que susurran a tu sombra callada.
MªÁngeles Cantalapiedra
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