domingo, noviembre 06, 2016

UNA MADRUGÁ DE LUZ

Tó se me había torsío. Aquello que nació de un sueño, de una ilusión, la lluvia lo barrió. Y, a pesar de eso, acudí. Otoño en Sevilla, el sol de limón, de vainilla, esa luz de membrillo castellano y yo, con un anhelo sin despertar.
El AVE trotó por el acero para llevarme una mañana de noviembre temprano a mi ciudad del alma a soñar lo que no pudo ser. La nube amenazaba, el agua también. Y, sin embargo, bajé de mi AVE bailando quimeras, arrastrando a mi Blanca paloma que flotaba en el aire. Daba igual, si mis ojos no se chocaban con el Señor en la calle, habría de conformarme con verle en el templo mayor.
Mientras la lluvia peregrina iba y venía, mi Blanca paloma y yo nos vestíamos de volantes. Después, fuimos a su encuentro. Le vi, allí estaba, varado en el tiempo, como si estuviera esperando a que yo llegara, le mirase y agachara la cabeza con sus requiebros amorosos diciéndome “Amaina, amaina, bebe la vida pero compártela. Qué más te da que digan, que digan lo que quieran, tú sonríe a todo lo que se menee, pero siempre dando… No se te olvide, dando”… Estoy segura que no solo me habló a mí, musitó a cada uno que allí llegó. Da igual su condición, El Señor balbuceó aliento a cada cual.
 Y salí y la manzanilla me atrapó. Y el sol salió y la calle Sierpes se aderezó de helado italiano y yo cantando “Volare, oh, oh, oh”…Todo era tan hermoso, como el gato de la pensión, don Rocío, o Esperanza, la camarera, la terraza que tocaba el cielo cenizo lloviéndote besos de agua y mostrándote la Giralda altanera, o la anciana borracha de soledad deseando una palabra, una sonrisa, para narrar que la juventud engaña, que es más sana que lo que su corteza enseña. Y las carcajadas buscando un fanal para la Virgen mientras la Blanca paloma se arrastraba por las aceras diciéndome “Vete más despacio”… Todo era tan real que daba igual perder el aliento; Sevilla se merece tó.
La segunda noche caímos desplomás, pero al amanecer escuché una campana. A gatas salí al balcón y una luz menuda me dio los buenos días. El agua de la ducha barrió sueños que podían esperar, yo no. Salí a la calle a escuchar el sonido de la ciudad que despertaba,  la bulla de los pajarillos de San Lorenzo, a enmudecer sintiendo como mi alma se alborozaba de sentirse tan viva.
Después, los encuentros golosos, abrazos acalorados, miradas francas, racheos de voces contándonos vidas ausentes.
Una bulla callejera, fresca, vital y lozana, guiaba nuestros pasos hasta llegar a nuestra Gran espera.
La bulla enmudece. Una saeta, doce campanadas. El Señor ha entrado en la plaza. Él para, escucha y después emprende la marcha. Su paso no es zancada, no es su caminar. Ahora se macera de música, Ion la llaman. Sus pasitos son dolorosos, menudos, la cruz dice que pesa, demasiados pecados a cuestas.

Tú le miras, le miramos todos, parece que sale entre la bruma del incienso y el añil del cielo. Sí, mi olfato dice que huele a romero, huele a incienso de mil matices… Y yo, tan mecida entre el cariño de los míos, la mano de mi Blanca paloma atusando el sueño despertado. Acunada por mi familia sevillana, esa que me acogió hace años. Entendí, entonces, el porqué yo estaba allí una mañana de noviembre viendo al Señor de Sevilla.

4 comentarios:

Pedro Luso de Carvalho dijo...

Olá Mª Ángeles.
Li com muita atenção esse relato, embora se trate de ficção,
tem-se a ideia de viver um pouco do que ali se passa.
Tu és uma escritora de muito talento. Parabéns.
Abraços.

Pedro Luso de Carvalho dijo...

Olá Mª Ángeles, volto a este belo espaço, agora para agradecer a sua visita ao meu blog, onde espero que tu apreça mais vezes.
De minha parte, sempre que fizeres nova postagem aqui estarei, pois como o teu blog está entre os de minha preferência, ficarei sabendo quando fazeres nova postagem.
Abraço. Pedro.

marbrava dijo...

M.Angeles como siempre me has emocionado, que bien sabes expresar lo que sientes,me ha gustado mucho el relato. Un beso.

Antonia dijo...

Yo también vi al Señor de Sevilla y te entiendo. No podrías haber puesto mejor título: Una Madrugá de luz. Precioso y bien contado el relato. ¡Enhorabuena! Abrazos