Manuela es una mujer frustrada. Jamás se ha
sentido saciada, pero la imagen que desea dar a los demás es un trampantojo
demasiado estudiado que cuando se
enfrenta a sí misma delante de un espejo ve su otra verdad.
Solo de niña fue feliz. A veces, cuando la desdicha
se cierne en su ánimo de mujer vacía, cierra los ojos y se ve trotando por el
paisaje asturiano en aquellos años de eterna vacación veraniega, creciendo a la
sombra de su hermana, esa chica menuda, segura, jovial y eterna parlanchina.
Por el contrario, Manuela era callada, gordita, sosa, insegura, pero era
inmensamente feliz. Su padre la rodeaba de tanto amor que era imposible que las
nubes la implicaran en cualquier desdicha.
¿Cuándo comenzó a sentirse fuera de juego en la
vida que la había tocado vivir? Ni ella misma lo sabe. A los trece, a los
dieciséis…, hay un momento de ruptura entre el antes y el después. Quizá fuera
aquel chiquillo de gafas redondas y pelo rizado del que se enamoró locamente, o
al morir precipitadamente su padre, o al ver una madre insufrible, o los éxitos
de su hermana, o esa amiga loca que tenía con la que ella se identificaba en
cuerpo y alma, no se sabe. Pero Manuela comenzó a experimentar un sentimiento
de frustración, una angustia vital, que no la dejó crecer como persona, aunque
delante de los demás iba campeando su fiasco, sus desengaños, sus complejos,
todo cada vez más acuciantes.
Se centró en la vida material, en el dinero, como
si eso la fuera a dar seguridad, identidad y autoestima. Incluso con el primero
que pasó por su lado se casó con él, al menos sentía que sería la primera en
casarse de sus amigas; en algo sería la primera, pensó. Aquel hombre la amó, la
amará eternamente, pero ella jamás le querrá. No puede pues es a otro hombre al
que quiso, pero eso nadie lo sabrá jamás.
Sufre, transige en su dolor punzante de ser lo que
nunca quiso ser ni vivir. Calla, vive a través de los otros, de sus vidas. No
sabe hacer otra cosa. Sus complejos, sus miedos, sus celos y envidias, no la
permiten avanzar hacia una vida auténtica y suya. Su vida es una pura mentira
que se guarda para sí. A veces piensa que es la única forma de sobrevivir, la
manera más real de cubrir sus desengaños, los reveses a los que se tiene que
enfrentar cada día.
Se conforma con reír, se apresura a absorber hasta
el último aliento, gozar y disfrutar como si todo en ella fuera real, aunque
cada noche, cuando apaga la luz, varias o muchas lágrimas recorran su corazón.
1 comentario:
Debe ser triste vivir como de prestado en la vida de los demás.
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