Margarita se ha
levantado justo a la hora que comienza el desfile militar del 12 de octubre.
Mira por la ventana y ve como sus flores tintinean agua. Sonríe, siente
verdadera adoración por sus flores que las cuida cada día; son una parte de
ella misma. Los dos perrillos con los que vive, gatean por el pantalón del
pijama reclamando mimos y comida. Los atusa y besa mientras en sus ojos un halo
de soledad se dibuja en sus pupilas. Suspira y los abraza, no quiere ponerse
melancólica nada más amanecer a un mundo que, aunque le ha quitado mucho, ha de
vivir en él. ¡Cuántas veces hubiera deseado desaparecer!, hasta cinco, seis, ya
no recuerda. Sin embargo siempre hubo un ángel que la hizo volver.
Margarita es
demasiado sensible, vulnerable, débil, pero ahí está amainando tempestades. Esa
soledad que la carcome es por ella, sabe que su baja autoestima juega una parte
fundamental de su inestabilidad emocional. Por más que los otros la digan, ella
es así, no lo puede cambiar.
Creció al abrigo
de hermanos y padres que arroparon sus escalofríos. Fue y es extrovertida
aunque temerosa, eso tampoco lo puede remediar. Se lanza, sin embargo el miedo e
inseguridad, le hacen recular. Amó su trabajo con lo cual no la supuso
sacrificio dedicarse a él las horas que hicieran falta. Hoy, es un compañero
más en ese mundo suyo que a veces es cenizo y pocas, azul.
Se casó y fue un
fracaso más a sus espaldas. Margarita es muy buena gente y ya se sabe que los
listillos malcarados abundan, y a ella le cayó uno que chupó su sangre y casi
su persona. Pero salió, perjudicada y doliente, pero salió y saldrá una y mil veces.
Sus guardianes, sus hermanos, están al quite para que Margarita no sienta
aislamiento ni fríos en su corazón. Porque, ¿para qué se va a ir uno a miles de
kilómetros a ayudar cuando tienes tantas margaritas a tu lado necesitando calor
humano?
Margarita fuma y
fuma, y es el despiste personificado. A su alrededor hay una nube de descuidos,
deslices, equivocaciones, que la hacen aterrizar precipitadamente a la
realidad. Coge en brazos a sus perrillos, mientras que con la otra mano lleva
café y tabaco. Se tumba en el sofá. Enciende la televisión y ve a unos hombres
medio calvos, plisadas sus pieles y se pregunta “¿Los conozco, soy tan vieja como ellos?”Sí,
Marga pierde muchas veces su norte, el sur, el este y el oeste, pero cuando
regresa, te regala una sonrisa.
Aprecio a Margarita.
Presiento que es mi flor tierna, delicada, con ese punto de chifladura que le
hacer ser una persona especial, a la cual, un “Buenos días”, o un “Buenas
noches”, supone la estufa de su corazón, sentir que es importante para alguien.
“Viva España”,
dice Margarita tumbada en el salón mirando a la televisión. Sus perrillos
ladran alegremente en el oído de Margarita. Fuera, llueve, pero eso no importa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario