miércoles, octubre 12, 2016

RETRATO DE MUJER 4

Margarita se ha levantado justo a la hora que comienza el desfile militar del 12 de octubre. Mira por la ventana y ve como sus flores tintinean agua. Sonríe, siente verdadera adoración por sus flores que las cuida cada día; son una parte de ella misma. Los dos perrillos con los que vive, gatean por el pantalón del pijama reclamando mimos y comida. Los atusa y besa mientras en sus ojos un halo de soledad se dibuja en sus pupilas. Suspira y los abraza, no quiere ponerse melancólica nada más amanecer a un mundo que, aunque le ha quitado mucho, ha de vivir en él. ¡Cuántas veces hubiera deseado desaparecer!, hasta cinco, seis, ya no recuerda. Sin embargo siempre hubo un ángel que la hizo volver.
Margarita es demasiado sensible, vulnerable, débil, pero ahí está amainando tempestades. Esa soledad que la carcome es por ella, sabe que su baja autoestima juega una parte fundamental de su inestabilidad emocional. Por más que los otros la digan, ella es así, no lo puede cambiar.
Creció al abrigo de hermanos y padres que arroparon sus escalofríos. Fue y es extrovertida aunque temerosa, eso tampoco lo puede remediar. Se lanza, sin embargo el miedo e inseguridad, le hacen recular. Amó su trabajo con lo cual no la supuso sacrificio dedicarse a él las horas que hicieran falta. Hoy, es un compañero más en ese mundo suyo que a veces es cenizo y pocas, azul.
Se casó y fue un fracaso más a sus espaldas. Margarita es muy buena gente y ya se sabe que los listillos malcarados abundan, y a ella le cayó uno que chupó su sangre y casi su persona. Pero salió, perjudicada y doliente, pero salió y saldrá una y mil veces. Sus guardianes, sus hermanos, están al quite para que Margarita no sienta aislamiento ni fríos en su corazón. Porque, ¿para qué se va a ir uno a miles de kilómetros a ayudar cuando tienes tantas margaritas a tu lado necesitando calor humano?
Margarita fuma y fuma, y es el despiste personificado. A su alrededor hay una nube de descuidos, deslices, equivocaciones, que la hacen aterrizar precipitadamente a la realidad. Coge en brazos a sus perrillos, mientras que con la otra mano lleva café y tabaco. Se tumba en el sofá. Enciende la televisión y ve a unos hombres medio calvos, plisadas sus pieles y se pregunta  “¿Los conozco, soy tan vieja como ellos?”Sí, Marga pierde muchas veces su norte, el sur, el este y el oeste, pero cuando regresa, te regala una sonrisa.
Aprecio a Margarita. Presiento que es mi flor tierna, delicada, con ese punto de chifladura que le hacer ser una persona especial, a la cual, un “Buenos días”, o un “Buenas noches”, supone la estufa de su corazón, sentir que es importante para alguien.

“Viva España”, dice Margarita tumbada en el salón mirando a la televisión. Sus perrillos ladran alegremente en el oído de Margarita. Fuera, llueve, pero eso no importa.

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