Acabo de leer que septiembre
huele a nuevo y me ha hecho reflexionar buscando en el baúl de la memoria los
alambres que me sujetan a este mes. Cuando era niña este mes significaba el
traslado del campo a la ciudad con la ensoñación de un curso nuevo, el
reencuentro con las compañeras de colegio y las fiestas de mi ciudad. Más tarde
y según fui creciendo, este mes me era tan grato por ser el prólogo del otoño,
mi estación favorita en sepias, lluvias y nocturnos, allí donde el aire
agitaba mis sentimientos llenándolos de sueños.
Después, septiembre se convirtió en la antesala de los nuevos
propósitos y nuevas oportunidades, un curso que comenzaba sin tener la
necesidad de ser uno de enero. Terminadas las delicias veraniegas de azules y
espuma, de olas y risas, mi mente oxigenada encaraba septiembre con la energía
de una adolescente que todo lo quería y todo era alcanzable.
Otrora, ha llegado la mesura con la que miras la vida, con la
flema consabida de aquello que es previsible, con el sosiego de la certeza que
precipitarse no trae nada bueno. Con el corazón en calma mirando a los tuyos,
con el alivio de haber llegado hasta aquí a pesar los obstáculos normales que
la vida te trampea. Con el regocijo que cualquier novedad es una delicia en tus
horas, con la nostalgia de decir adiós a la luz de verano, al suave despertar
del canto de un jilguero mientras te tomas el primer café en tu jardín
personal.
Hoy es septiembre. Abro sus ventanas y puertas, para que me rocíe con su perfume y savia. En este mes cumpliré años, cambiaré de ciudad y dormitorio, me reencontraré con otros paisajes, abrazaré mi escritura, y pediré un deseo, una ilusión para que me guie con humor, templanza y unas cuantas cosas más por el camino que he de recorrer. Y, sobre todo, daré gracias por haber llegado hasta aquí un año más.
1 comentario:
Septiembre huele a vuelta al cole, gastos, crisis, sopa, poca carnes rojas y muchas sardinas de lata. Las Reinas también tenemos problemas para llegar a final de mes.
Besos de Reina
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