¡Qué lástima, qué
pena, qué destrozo! Ahora que empiezo a adelantar camiones, se me acaba el
verano. Siempre igual, todos los años lo mismo, no es justo.
El volante y yo
hemos tenido una atracción diversa como extraña. Mi padre me obligó a sacarme
el carné de conducir a los dieciocho años en punto; le costó un pastón pues me
engatillé primero en el teórico y ya no digamos en el examen práctico. Ahí no
había manera, me temblaba el pie del acelerador, y no aceleraba, y no frenaba y
no aprobaba. Pero, ¡albricias!, a la octava aprobé previa copita de coñac para
calmar mis nervios disonantes.
En el momento que
me entregaron el papelito que certificaba “Nuevo elemento peligro en las
carreteras”, mi padre me regaló el coche de mis sueños. Eso sí, de segunda mano
para que yo fuera tomando forma como conductora a gogó. Una tarde nada más
comer mi padre me hizo entrega de mi súper Mini y salimos a probarlo. La prueba
resultó como mínimo desafiante. En una bajada había colocado un pomposo Stop y
yo, con mis reglas básicas bien aprendidas de un teórico que me costó cuatro exámenes
para aprobarlo, pues vi el Stop y mis manos me llevaron a parar para cumplir
las reglas legales. Paré en el Stop una vez que me lo llevé por delante.
No me amilané, mi
club de fans (mis amigas Aurora y Pilar) como mi padre, me seguían animado
fervientemente mientras mi madre basculaba la cabeza… Unos insolventes. Que
llovía, Aurora decía “Para”, yo paraba y Pilar se bajaba a mojarse mientras yo
atinaba en qué botón se encenderían las luces o las escobillas del
limpiaparabrisas. Este último me sigue dando problemas porque encenderlo lo
enciendo, pero el apagado “Nanay de la China”, así que puede salir el sol y yo
sigo con las escobillas bailando chachachá de izquierda a derecha.
Aurora me cogió
miedo y antes de montarse conmigo, se ponía muy apretadito el cinturón. Pilar,
no. Ella siguió hasta el final jugándose la vida conmigo.
Cuando tuve
hijos, mis niños me preguntaban, ¿Mami, hoy por dónde nos vamos a perder, quién
nos va a pitar? O cuando trabajaba los fines de semana, al coche le salieron
bollos y rozaduras por todas las partes de su cuerpo. ¡Ojo!, no fui yo sino las
columnas del aparcamiento del banco que se movían.
Un buen día, una
navidad no muy lejana, iba yo el coche
por las calles de Madrid, ¡atasco monumental!, la gente debía encontrarse
nerviosilla con eso de ir a comprar regalitos, y comenzaron a pitarme que ni en
la Plaza de toros de Las Ventas los más puristas del gremio han pitado jamás.
Me cabreé, y muy digna, me bajé del coche, y allí quedó en el medio de aquellas
fieras hasta que mi cuñada lo movió.
Desde entonces,
conduzco de mayo a octubre, cuando mi cuerpo serrano habita en el campo. ¿Qué
pasa? Pues que el invierno es duro además de crudo y encima olvidadizo y
temeroso. Así que cuando retomo mi vertiginosa carrera conductora, el coche me
impone. Voy despacito, velocidad crucero a 80 o 90Km/H. Que me pilla una
cosechadora, un tractor, lo que sea, pues yo detrás, y detrás de mí cientos de
mal hablados acordándose de mis muertos más frescos.
No me amilano y
con el rodaje voy cogiendo velocidad, llegando con suerte a los 100 o 110Km/h
¡La caña! Pero rematando la faena, a eso de ya entrado septiembre comienzo a
mandar a tomar café a los tractores y tengo el valor y los adelanto, y ya ni los
camiones se ponen en mi camino. Se retiran para que yo y mi kalos desteñido
pasemos.
Y ahora se acaba
el verano. No hay derecho, no es justo. Al año que viene a empezar de nuevo.
6 comentarios:
Jajajaja, no me lo puedo creer, somos iguales. Yo tengo un post previsto sobre mis múltiples burradas con el coche. Tiré la toalla en el 2000 por peligro público, jajjaaja
BEsos
Jajaja...que divertida experiencia.
Como no conduzco, no puedo compartir contigo ninguna batalla, pero lo has contado tan bien, que me he visto inmersa en tus aventuras y dentro del coche a tu lado, junto con tus amigas.
Besotes.
Yo también soy un poco femenino conduciendo. Lo de "femenino" lo digo por la injusta fama de malas conductoras que se os pone a las mujeres, porque yo soy el vivo ejemplo de que hay de todo en ambos sexos.
Me has recordado a mi hermana. Su hija, muy pequeña, era la que se acordaba de dónde habían aparcado el coche. Antes de que soltara el embrague le preguntaba si había puesto el (punto) muerto.
Besos.
Pues Mª Ángeles, estoy en tu casi misma situación.
Tengo 22 años y mi madre lleva intentando obligarme a sacarme el permiso de conducir desde los 18.
Y bueno, aunque siempre he sabido esquivar esas obligaciones... Hay un punto que yo mismo he dicho que es un deber. Te abre más puertas de las que tienes abiertas.
Así que, próximamente, me apuntaré a la autoescuela. Eso sí, sigue valiendo un pastizal.
Atentamente,
Un diario personal más
Jajajajajaja, qué arte, me encanta. Yo creo que más o menos a casi todos nos pasó lo mismo en su día. Anécdotas al volante que hoy recordamos con una sonrisa. Me ha gustado mucho Mª Ángeles. Un fuerte abrazo y buen fin de semana. @Pepe_Lasala
Yo tampoco me amilano. Voy a preparar la comida, hacer la plancha, remendar los calcetines de mi Rey y hablar con Pablo Iglesias.
Besos de Reina
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