Pensaba escribir
una bitácora como mandan los cánones, pero lo mío es un desorden más o menos
organizado donde vuelan las anotaciones alocadas hasta en servilletas, así que
empezaré por donde me guíe el instinto. ¿Me acompañáis?
I: EN AUTOBÚS A
ALGUNA PARTE
Lo de las
excursiones organizadas tiene su puntito borrego. A los turistas accidentales,
como no sabemos muy bien si vamos hacia el norte o al sur, pues para orientar
nuestro despiste, nos ponen a una propia
para que la sigamos. La propia en cuestión lleva el brazo alzado todo el rato y
en la mano un distintivo para que la reconozcas. Ahora está muy de moda llevar
una rosa gigante con un palo muy largo. La rosa baila una rumba
desproporcionada y los borreguitos la seguimos sin rechistar. No suben a un autobús.
A “mi Pepe” y a mí nos separan; no hay sitio para ir juntos. A él le sientan
con una mujer con el corte de pelo de hace tres décadas, y a mí me colocan con
un hombre que alterna el morderse las uñas y abrazar a su mochila. Nada más
verme, se hace el dormido. La compañera de mi Pepe, a su saludo, responde con
un estiramiento de cuello a modo jirafa y se la ilumina el rostro. Desde el
minuto 0 se embelesa con mi chico y él comienza a hablar como los papagayos. Yo,
no. El mío es siniestro total. Acaba de abrir los ojos. Abre su mochila, saca
su contenido (agua, funda de gafas, pañuelos para mocos o sucedáneos y móvil)
lo vuelve a meter en la mochila bien colocadito y cierra la cremallera. Se abraza
de nuevo a la mochila. ¡Pobre!, pienso yo, “seguro que sufre de soledad y se ha
apuntado al crucero a ver si pilla algo, qué lástima. Si viviera en Suecia que
el 23% de la población es single lo tendría más fácil. Allí la costumbre es
salir el fin de semana a buscar pareja para pasar dos días. El domingo por la
noche se dicen “hasta luego Lucas” y asunto solucionado”. Me aburro. Miro hacia
delante y “mi Pepe” sigue en versión papagayo y su compañera totalmente
entregada y embelesada.
¡Ojo!, mi
siniestro no va solo, va con sus papás. ¡Qué lástima!, a su edad sin poder
volar solo, y no se va a comer un colín en el crucero, eso seguro… Ay, que mi
siniestro habla. Me da un manotazo para apartarme y ver a sus padres y dice “Papa
(sin acento en la A) los campos están llenos de margaritas como en Madrid”,
¡qué pena!, encima el siniestro es sensible. Cuántas MariPuris suspirarían por
tener uno así a su lado, pero éste no se casa ni de coña. He mirado a la madre
y es de las del hocico revirado; no hay nada que hacer.
La madre se la
nota ser una mujer muy relimpia, de esas de las de bayeta debajo de los pies
las 24 horas… La embelesada de mi chico suelta una carcajada, ¿qué la contará
si a mí nunca me hace reír? ¡Pobrecilla!, estará necesitada de varón a su lado.
Claro que con ese corte de pelo, no sé yo…
La madre mi
siniestro dice”Cierra los ojos y descansa”, y va y los cierra ¡qué lástima de chico,
ni voluntad tiene!, seguro, se la ha anulado y no es capaz ni de suicidarse por
el retrete. Coge la mochila y la acaricia, ¡pobre!, será lo más parecido a una
piel en femenino que toque…, me dan ganas de decir que la sobe más, pero he
decidido ser prudente y voy muda.
El padre va
inmaculado, con la raya de pantalón más recta que el horizonte infinito. ¿Habrá
sido capaz la madre de traerse una plancha al crucero? Seguro.
“Guillermo, vamos”,
dice la madre. ¡Coña, que ya hemos llegado!... Veo a mi Pepe despedirse y la embelesada
abanicar sus párpados. ¡Muy tomate!
La llegada al
barco ha sido caótica. No había visto tanta gente junta desde que mi Atleti
cayó destrozado ante el Real Madrid. Me siento como una vaca al tren conducida
al compartimento correspondiente.
El Barco es
gigante, más grande que “la barca del Catarro” en el Campo Grande de Valladolid…
¿Seré capaz de aprenderme los pasillos, las discotecas, los comedores, las
piscinas…, vamos, todo, todo, en ocho días? Muy tomate pagar un pastón para
sentirse una vaca.
¡Ay!, que he
perdido a “mi Pepe” con tanto mirar, y no tengo ni mi Pasaporte para que me
identifiquen como objeto perdido y hallado en Popa, en la zona de fumadores.
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