He mirado por la ventana a la primera luz que se ha colado; sabía que eras
tú.
He mirado al horizonte y no existía; entonces, el corazón se me ha achicado
pues no te podía ver.
Sin embargo he sentido tu mano deslizarse con suavidad por mi cabeza,
calmando mi sed de ausencias.
He cerrado los ojos para verte con nitidez a pesar de la niebla que cubre
el tiempo y ahí estabas, como cada día, como siempre estarás.
Tu físico se diluyó un 9 de diciembre cualquiera, pero tu esencia sigue
como llama viva entre nosotros. Sabes que no se apagará jamás porque cohabitas
en cada paso que damos, en cada risa y alegría que disfrutamos, en las penas,
frustraciones y riñas que vivimos.
Tú estás ahí para aplaudirnos en los aciertos, alumbrarnos en las caídas,
para contarte nuestras cuitas, para darnos esperanza cuando ésta se nos va.
Estás siempre en nuestras vidas, SIEMPRE.
Y mientras te dejamos respirar por tanto que te pedimos cada día, te siento
deslizar por cualquier cumbre nevada, allí donde eras más tú y, entonces, me
surge esa sonrisa que una vez se apagó porque sé que eres feliz allí donde
estás y aquí revoloteando entre nuestros corazones.
4 comentarios:
Seguro que está.
Vive en tu corazón. No hay más que leerte.
Besos.
Mucha ternura aquí.
Hoy un abrazo.
Como siempre tu maravillosa prosa me atrapa de manera muy particular.
¡Emocionante!
Un beso.
He disfrutado mucho visitando tu blog. Saludos.
Publicar un comentario