¡Qué difícil es vender! Nunca lo
había sentido de esta manera y eso que he sido comercial toda la vida.
Desempeñaba mi trabajo con ilusión, convencida de mi mercancía por lo que
vender no solo me era grato sino que lo consideraba sencillo y natural…, hasta
anoche.
Ayer me vi como una consumidora, expectante a ver que me ofrecía cada
vendedor ambulante. Parados delante de mí. Eran cuatro, cuatro muy distintos
entre sí ofreciéndome la misma mercancía con distinto envoltorio. La verdad que
estaban situados de una manera bastante incómoda, más para ellos que para mí
que estaba sentada muy cómodamente con la cabeza preparada para
descuartizarles. Uno a uno les abriría en canal porque interiormente estoy
enfadada con ese tipo de comerciales que me venden, yo compro y luego siento
que me han engañado y me tengo que comer con patatas lo que he comprado; no
existe devolución.
Sin embargo, me vino a la memoria cuando yo era también vendedora
ambulante: los nervios, mi voz entrecortada, una inseguridad que gateaba por
mis interiores…, e inconscientemente les di una oportunidad.
Uno iba con una pose de ganador. Esa imagen prepotente que tanto aborrezco
y que me huele que tras esa pose lo único que hay es miedo a perder.
Otro, según le miré me gustó. Su mirada era franca y su gesto humilde. Su
voz me desmenuzó, no con el brío que yo hubiera deseado, las bondades de su
mercancía, pero su frescura habitual no apareció.
Otro comercial, mi favorito, lo noté al principio encorsetado, con la
lección bien aprendida pero que te la suelta como un papagayo. Más tarde según
se relajó, fue cogiendo su seguridad de siempre, la rotundidad que le acompaña a la experiencia. Estuvo bien, pero esperaba más.
Y por último, un vendedor al que ya he visto otras veces y nunca me ha
gustado por lo que nunca le he comprado nada. Su agresividad, su rencor
corriendo por sus venas, me chirriaba. Y hablo en pasado porque de haber
comprado anoche la mercancía (que no me la vendió ninguno), pues se la hubiera
comprado a este último comercial. Estuvo tranquilo, jugando con un bolígrafo
entre sus manos a modo de comodín que se tragara sus posibles miedos. Vendió
con mesura, con reposo, escuchando a sus competidores. Explicó el porqué era
bueno lo que él vendía y, aunque convencido de que ni yo ni otros muchos le
compraríamos a él nunca su artículo, lo hizo muy bien, nunca faltándole un poso
de humildad y autenticidad; para mí este vendedor no engañaba. Claro que hubo
otro de los comerciales que le dijo que del dicho al hecho hay un trecho, y qué
gran verdad es. Las palabras son fáciles de decir, y llevarlas al terreno de
los hechos muy difícil.
Me fui a la cama pensando que vender es mucho más que una simple y llana
palabrería. El consumidor, es decir yo, tú, aquel, nosotros, vosotros y ellos,
nos pueden las sensaciones y las percepciones que un comercial nos transmita en
un tiempo X que normalmente está cronometrado y suele ser breve. Para fiarse de
un vendedor en los tiempos que corren, con sus avales, con sus mochilas, con
sus CV, deben transmitir honestidad y seguridad, y mal me pese tener que
reconocerlo, anoche sólo me lo vendió uno. A ese que nunca votaré… Por
coherencia conmigo misma.
1 comentario:
No vi el debate.
Para mí no tienen ningún sentido verlo ya que todos incumplen sus promesas electorales.
Cómo voy a fiarme de mentirosos?
Besos.
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