Nuestro corazón está escrito con semillas. Late al ritmo del tambor de su
simiente, por eso a veces desafina. Quizá porque no tuvo buenos maestros, o
nosotros no supimos enseñarle a ser fuerte y honorable en la orquesta vivencial.
Algunos están agujereados a punta de pistola; están muertos aunque sigan
latiendo.
Otros, tienen descosidos su bolsillos por donde se desangran sin poder
escuchar la música amable de la vida.
Y, hay una mayoría, cuya vestimenta es su hermosa piel de oso solidaria
dispuesta a calentar los corazones fríos y desmembrados.
Lástima que esta última especie no sea demasiado conocida; el marketing de
los medios prefiere a bandas de corazones musicales chirriantes para sus letras
y programas; dan audiencia lectora y visual… Todos ellos, un esperpento de
malas sinfonías.
Cada día nuestros corazones se debaten entre el bien y el mal, lo que se
espera de nosotros y lo que nosotros queremos, condicionados por nuestro
entorno, sintiendo una música que no nos deja ser libres para escuchar la mejor
banda sonora que se acomode a la verdadera esencia de lo que es cada uno.
1 comentario:
El mío enloqueció.
Ahora habla con los árboles y le guiña el ojo a la luna todas las noches del año.
Besos.
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