No sé si habrá gente que hable tanto del tren como yo, tampoco
sé si las personas que me leen pensarán que soy una fórmula propagandística de
Renfe y Adif; os aseguro que no. Sin embargo sé las sensaciones que me provoca
este medio de transporte ya que una parte de mis horas las paso allí metida…
Cuando me acomodo en el sillón se produce el primer
registro: es temprano, todo el mundo entra silencioso a ocupar sus plazas;
huelen a jabón y agua fresca. Cierro los
ojos y apoyo la cabeza en el respaldo. Las voces son suaves entremezclándose
unas con otras, palabras nítidas que conforman frases mientras mi desdén se
bambolea haciendo conjeturas de quién
será quién. Voces que, a esas horas, se transforman en susurros y arrullan mi
sopor cuando, en megafonía, acude a agitar a unos y a otros para que suban o bajen en la estación de
turno.
Abro los ojos encontrándome con copos de nieve decorando el
paisaje, el calor de la chimenea en mi mente y el aroma a leña y piña colgado
de mi olfato… Cierro nuevamente los
ojos; el tren arranca y mi ánimo vuelve
a reposar prendido de voces vitaminadas de ilusión y competencia. Es un don que
nos regala cada comienzo de un día más en nuestras vidas: el poder acallar los
fantasmas, el prodigio de la oportunidad para enmendar los errores, asumir, o
mejor dicho, aprender a asumir los pequeños desastres cotidianos.
Abro los ojos y la niebla se cuela por la ventana. Respiro
silencio, sosegada paz que enmienda el equilibrio del ánimo y la voluntad para
seguir galopando, no perdiendo de vista las huellas del camino de cada cual.
Ya he llegado a mi destino; recojo los aperos y me dispongo
a labrar el tiempo que me sigue a la
zaga sin dejar de lado al Peter Pan que corretea en los interiores de la
persona que soy y, acicalando mis canas, mientras hago equilibrios para no
perder la madurez.
3 comentarios:
Me transmites sosiego y paz.
Tu madurez es espléndida.
No la pierdas.
Besos.
Mi madre (q.e.p.d.) trabajó en la RENFE.
Seguimos sumando coincidencias. Aunque esta no te la esperabas tú, jeje.
Una delicia, como siempre, leerte.
Besos ferroviarios.
Me ha gustado mucho ese final diciendo que haces equilibrios para no perder la madurez.
A mí es que me encantan los trenes,desde pequeña.
Besos.
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