Acabo de leer que
septiembre huele a nuevo y me ha hecho reflexionar buscando en el baúl de la
memoria los alambres que me sujetan a este mes. Cuando era niña este mes de
trasladaba del campo a la ciudad con la ensoñación de un curso nuevo, el
reencuentro con las compañeras de colegio y las fiestas de mi ciudad. Más tarde
y según fui creciendo este mes me era tan grato por ser el prólogo del otoño,
mi estación favorita en sepias, lluvias y nocturnos, allí donde el aire agitaba
mis sentimientos llenándoles de sueños.
Después septiembre se convirtió en la antesala de los nuevos propósitos
y nuevas oportunidades, un curso que comenzaba sin tener la necesidad de ser
uno de enero. Terminadas las delicias veraniegas de azules y espuma, de olas y
risas, mi mente oxigenada encaraba septiembre con la energía de una adolescente
que todo lo quería y todo era alcanzable. Y ahora ha llegado la mesura con la
que miras la vida, con la flema consabida de aquello que es previsible, con el
sosiego de la certeza que precipitarse no trae nada bueno. Con el corazón en
calma mirando a los tuyos, con el alivio de haber llegado hasta aquí a pesar
los obstáculos normales que la vida te trampea. Con el regocijo que cualquier
novedad es una delicia en tus horas, con la nostalgia de decir adiós a la luz
de verano, al suave despertar del canto de un jilguero mientras te tomas el
primer café en tu jardín personal. Y este año, además, añado la ansiedad por
escuchar el primer llanto de Ana al saludar al mundo. El otro día la pusimos al
sol; no la debió gustar mucho pues se agitaba bajo la piel de su madre. Claro,
ya apenas la queda espacio para moverse y cuando no mueve sus manitas a modo de
boxeador, mueve sus diminutos piececillos. Mientras, su madre mira impaciente,
entre la ternura, la inexperiencia y el amor, aquel balón de futbol en que se
ha convertido su estupenda figura.
Así que este
septiembre que hoy abrimos sus ventanas, sus puertas, para que nos rocíe con su perfume y su sabia,
posee claros signos no de oler a nuevo, pero sí de inédita vida, la vida que en
apenas tres semanas llenará de una música lozana, tan llena de vida como el
llanto de Ana.
PD Detrás de las miserias, de las fronteras de vergüenza, de guerras inexplicables, siguen naciendo niños, la esperanza de la humanidad.
3 comentarios:
Niños.
Vaya mundo que les dejamos a los pobres...
Contaminado, recalentado, en guerra y con la miseria en mil horizontes.
Ojalá puedan arreglarlo.
Besos.
que bella eres
gracias por volver
Septiembre es un mes de expectativas... de nuevas ilusiones... hasta el color del cielo se vuelve de un añil fabuloso.
Buen septiembre te deseo, amiga mía!
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