No creo que en el diccionario de la Real Academia Española exista la
palabra “Tocapelotas”, si es así, deberían aquellos que velan por nuestra
lengua y que tantos anglicismos están incorporando, pues que añadan esta
palabra tan nuestra, tan descriptiva, tan actual… Creo que como no ponga
remedio, terminaré siendo de ese club selecto y cada vez más numeroso…
Me gusta escuchar a ciertas personas porque además de expresarse con clara
actitud conciliadora y una nitidez soberbia, van al grano de lo que quieren
decir con lo que no pierden audiencia sino que la ganan. Luego tenemos a ese
tipo de personas calificadas como “Encantadoras de serpientes” porque con su
jerga te enganchan y te convencen, y hay otro tipo que, por mucho que se
esfuercen, son incapaces de expresar con claridad lo que piensan, lo que desean
transmitirte.
Digo todo esto porque llevo días pensando sin saber cómo expresar la marea
de fondo que me carcome con el temor añadido a que vea la paja en el ojo ajeno
y no note la viga en el mío, cosa muy común en los humanos. Sabéis que soy
positiva tratando de quedarme con la lectura buena de las cosas y desdeñando lo
que no me gusta; pues últimamente no puedo, se me antoja que el mundo se come
crudas las ilusiones de la inmensa mayoría, en este caso de los españoles. No
me extraña que el futbol gane audiencia (siempre la ha tenido, pero ahora más),
forma sencilla de evadirse yendo tus ojos detrás de una pelota y veintidós
pares de piernas.
¿Sabíais que uno de cada tres niños españoles se encuentra en el umbral de
la pobreza? Mientras, nuestros políticos aunque son ya muñecos rotos sin credibilidad
alguna, unos cuantos se han llevado crudo nuestro dinero sin ápice de
remordimiento, además de tener la sensación que ese dinero no vuelve a las
arcas públicas. Sentamos en el banquillo depende a quién, metemos en la cárcel
a unos, a otros se dilata el tiempo lo más posible. Hoy amanecemos con los
jueces a la gresca porque “Si tú has visto, y yo no veo indicios…” Sospechamos
de supuestos sinvergüenzas que han dirigido nuestros destinos, supuestamente se
han llevado dinero fuera de nuestras fronteras, y aún así somos capaces de, si
nos los encontramos por la calle, pedirles un selfie…, muy fuerte.
Nada que deciros sobre la gente que encuentras a tu paso, gente corriente,
parecen malhumorados y malencarados, incapaces de una mínima cortesía aderezada
con un gesto amable y una sonrisa… Qué menos, ¿no? Pues no; creo que hasta yo
estoy entrando en este club (se me acumulan los clubs), y me niego a ser una
desengañada y rebotada.
Entre los pliegues del alma se encuentran muchos sinsabores que sólo
nosotros seremos capaces de borrar aunque dejen huella porque son parte de
nuestra historia íntima y personal, pero hay que intentarlo a temor de
convertirnos en perpetuos amargados y que la gente buena huya de nuestro lado.
Y os voy a decir más porque no soy prudente ni discreta, aunque me pese y
me dé rabia: estoy hasta las narices de los políticos, en especial de los
catalanes y en concreto de los políticos ladrones; no me extraña el avance de
Podemos y su cada vez más elevada intención de voto por el público de aquí y de
allá, artos de tantos desmanes, de tanta ineficacia, tanta indiferencia, y tan
mal tratada la palabra justicia. Sinceramente empiezo a maliciarme cómo
habremos tratado a la democracia antes de que lleguen algunos y nos la quiten
también… Tanto golfo suelto y hablando de golfos, os recomiendo el artículo
de Javier Marías en el dominical del País;
se llama “El artículo inútil”, tiene toda la razón… Pero eso es otra de mis batallas inútiles que ni yo sé
encauzar.
Sí, reconozco que tengo un día brumoso y grumoso.
PD Pincha en "El artículo inútil" y podrás leer el artículo.
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