La vida está escrita en clave de gestos, hechos que son
los que hablan por sí solos, porque las
palabras dicen, pero no demuestran a no ser que escriban sobre obras consumadas.
A la gente le gusta hablar, hablar sobre lo divino y lo
humano. Hablar sin saber, sabiendo lo que se habla, el caso es hablar, formar
una inesperada tertulia, charlar entre amigos sobre el acontecer cotidiano,
comentar noticias… Y hablando y hablando, a veces se grita, se critica, se cuchichea, se discute,
se dialoga, se balbucea, se confiesa, se niega… Tantos sinónimos tiene el verbo
hablar que me lleva a recordar a la gente que no habla. Una minoría
silenciosa, que calla, que omite. Tal vez goce del arte de escuchar y medite
sobre las palabras de los demás. Quizá se muestre insegura sobre sus propias
ideas, que prefiera estar callada antes
de decir incongruencias. O haya personas que no las gusta hablar o no tienen
nada que decir o aportar.
Ahora, por ejemplo, en los trabajos se hacen reuniones
llamadas “Brainstorming” que, traducido al castellano, significa “Tormenta de
ideas”. Es divertidísimo, todo gira en torno a un tema y, en grupo, cada uno
aporta una idea, una ocurrencia o ingenio para mejorar sobre el tema en cuestión; diseños o esbozos
que aporta cada miembro del grupo y así aportar algo nuevo y positivo al tema
central. Ya os digo desde aquí que se dicen verdaderas barbaridades que a veces
resultan ocurrentes y graciosas… Resumiendo, esto es otra forma de hablar y no
callar.
Quizá este afán frenético del ser humano a hablar es
debido a que no soporta la soledad, ese silencio que le confronta con su yo
íntimo y personal. O porque la esencia de su persona necesita compartir con los
demás; en este caso compartir palabras, ideas, pensamientos… Como hoy yo, que normalmente no sé estar callada. Es una
necesidad de decir bajo mi lema no
escrito aunque sí sentido “Antes muerta que muda”, eso sí, necesito el
silencio, la soledad para enfrentarme a mi lluvia de palabras. Claro, como os
podréis imaginar, mi conducta irrita muchas veces y me mandan callar, y me
dicen que antes de abrir la boca medite hasta trescientas veces lo que voy a
soltar… Claro que, también, irrito cuando me quedo callada, escuchando
profundamente a los otros, observando sus gestos, interiorizando sus ideas,
porque dicen que estoy tomando notas mentalmente para luego escribir sobre
ellas; vamos, estar callada para luego seguir hablando de la manera que sea.
El caso que aunque me amonesten, no siento el verbo
arrepentirme y sigo por mi senda de palabras afortunadas, palabras huecas,
palabras certeras o equivocadas, expresiones inoportunas, o lenguajes a veces
demasiado cursilones. Escritos con corazón, escritos rabiosos… Yo qué sé, de
todo como en botica.
Sin embargo sí me arrepiento que me quede muchas veces en
la puerta de las palabras y no la traspase para convertirlas en hechos, en obras
que son las que de verdad hablan de nosotros. Obras positivas, me refiero.
Frutos y labores de esas palabras que muchas veces son sólo eso, palabras que
se las lleva el viento.
¡Buen fin de semana, amigos!
1 comentario:
'Verbo volant scripta manent'
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