Hay muchos motivos
para reírse en la vida aunque nosotros no los veamos o ni siquiera los
presintamos; seguro que están detrás de la cosa más absurda. Y es que practicar
ese deporte no sólo es sano sino que, además, cuando lo ejercitas, sientes como
el corazón sale volando como una paloma y que la mente obturada se esponja.
Algunos porque
tienen el carácter ennegrecido, otros por las malas rachas que les regalan las
vivencias, otros porque están temporalmente, sin venir a cuento, en un pozo sin
fondo que no les permite ver la luz…, el caso es no reír y ni siquiera sonreír.
Yo siempre fui una
persona muy risueña hasta que un día por motivos laborales dejé de hacerlo,
pero un amanecer de esos que se ponen negros como el tizón vino a salvarme
Lola, una mujer que estaba dentro de mí y que casi se ahoga por ser tan
discreta hasta que ese amanecer me dijo alto y claro “Yo antes muerta que muda”
y, de pronto, comencé a reírme de mí misma, de las cosas que me pasan. Claro,
ella nació en la realidad y fue creciendo poco a poco en la ficción; cuando
estoy triste o cuando tengo un motivo, abro Word y la dejo que corretee a sus
anchas, que se ponga en ridículo, que diga las mayores sandeces ¡Qué más da!,
ella es buena gente que lo único que hace es defenderse de los que tratan de
aplastarla. A algunos esta mujer les hará gracia, otros la ignorarán, pero para mí es el
salvoconducto para subsistir muchas veces.
Hacer llorar es muy,
pero muy fácil, pero hacer reír es muy difícil, no todo el mundo tiene el don
de hacer gracia, de poseer la chispa de la vida que ilumine a los demás cuando
les escuchan. Y todo esto viene a cuento porque ayer, para un día que me pinto
la pestaña, voy al cine y desde el minuto uno comencé a llorar, llorar a
carcajadas hasta el último segundo. Tuve un ángel de la guarda llamada Yolanda
que me dijo “Vete y ríete con ganas”… Cuando salíamos del cine parecía como si
todos nos conociéramos aunque jamás hubiéramos pegado la hebra; nos mirábamos y
nos reíamos, ¿es o no es maravilloso?
El que tenga dinero
que vaya a verla, el que esté justo de pelas que vaya el día del espectador, el
que no tenga ni un triste euro que busque a un amigo y que le invite, el
benefactor se lo agradecerá. “Ocho apellidos vascos” bien merece una carcajada.
Sonrisas, risas y
carcajadas, ensanchan nuestro horizonte más próximo.
PD Además, como telón de fondo, sale mi Sevilla luciendo palmito como ninguna y un perfil de Triana que según la miras huele a naranjo...Y la costa vasca, ¡qué acantilados!
3 comentarios:
Eres la segunda persona que me habla muy bien de esa película.
Fijo que la veo.
Tú tienes cara de risueña.
De mujer alegre y divertida.
No permitas que nada ni nadie te robe eso.
Besos.
Querida amiga,
Igual esta tarde me animo para ir a verla. Ya he visto algún trayler y me gustó bastante. Nos hace falta reir mucho...vamos muy serios por la vida. Un fuerte abrazo.
Pues si se trata de reír,me apunto...
He oído hablar de la película y estoy deseando verla, si además sale Sevilla, ni te cuento...
Besos.
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