Tengo las imágenes tan enraizadas que aunque quiera poner
música en mis ojos es imposible…
Era un sábado normal como tantos otros en la capital de
España: gente paseando, personas de compras y multitud manifestándose en Colón.
Un escenario pluralista para manifestar inquietudes, reclamar estado del bienestar para todos, desacuerdos,
injusticias, malestares; todos allí tenían sus motivos. Lógicamente lo que más
imperaban eran los sufridores de las
circunstancias actuales, los verdaderos paganos de la crisis. Muchas veces
pienso desde el cómodo sillón de mi casa que mientras a mí, no me falta de nada, a otros les están
robando hasta la dignidad, pero eso sí, desde mi personal claustro materno al
que no me llega a rozar ninguna injusticia, ni sobresalto ni carestía. Así es
fácil hablar, ¿verdad? Tenéis razón, soy una mera espectadora que no sale a la
calle a apoyar a nadie y aún me permito el lujo de hablar.
Sin embargo no puedo callarme, tengo que ordenar estas
sensaciones malhumoradas y encaradas. Poner razón a los pensamientos después
del estupor. A estas horas todos tendríamos que estar hablando de esa
manifestación del sábado o los que salieron el domingo a gritar “un sí” a la
vida. Pero, por el contario, hablamos únicamente de lo que pasó después de las ocho de la tarde
del sábado.
Mal, muy mal se ha tenido que hacer para que un grupo de
radicales (estos siempre han existido) con una virulencia nunca vista
emprendieran a pedradas el salvajismo de un animal.
Esa imagen de un policía en el suelo, que le reventaron la
boca dejándole hasta sin dientes. El rencor corría en forma de piedras por el
aire hasta estallar sobre los agentes del orden acorralados… ¿Tan poco les
hemos dado a esos anti sistema para comportarse como locos poseídos del mal? No
me cabe en la cabeza por más vueltas que dé a la noria de los hechos.
¿Qué sociedad estamos construyendo? ¿Qué diálogo hay? ¿Qué
normas básicas de educación estamos transmitiendo, enseñando a los jóvenes? ¿Qué valores tan pobres poseemos para que las
piedras se conviertan en el centro de una victoria tal cruel?
De verdad, estoy asustada, abrumada y tú, yo, todos, somos
responsables. O no hay simiente o lo que invertimos fue tan malo que tenemos
ahora esta cosecha.
Un día de marzo en el que hay que pararse y cada uno entonar
“su mea culpa” particular, buscar los motivos y atajarlo. Lo que sucedió esa
tarde de un marzo cualquiera puede ser la punta del iceberg.
No hay comentarios:
Publicar un comentario