domingo, enero 26, 2014

RECORDANDO

Hoy leyendo las letras que no veía, por eso de leer para no pensar porque mi cabeza, en vez de ser cabeza, era un botijo repleto de migrañas, recordé aquel muchacho de pelo del color de los trigales en tardes revoltosas de verano.  Ojos de mar con briznas acarameladas y mirada pícara. Era un buen chico y yo bebía los vientos por él. Era de esas personas que, al tratarlas, sabías que a su lado todo iría bien, que la maldad no estaba ligada a él y que la juventud podría ser eterna. No reía abiertamente; recuerdo que la sonrisa quedaba colgada a un lado de su boca, pero a pesar de ser como una media luna, era franca con leves tintes de timidez con lo que aún la hacía más irresistible.
Luego, los años giraron nuestros caminos y, cuando le volví a encontrar,  el trigal de su cabello eran cenizas rubias, su mirada opaca y esquiva y,  su sonrisa, una cínica media luna  tan oscura como la noche; aun así me quedé prendada, pero esta vez de la decepción. Ya no era aquel muchacho, la vida le había cosido al bies las aristas de su rostro y su porte estaba preñado de desencanto.

 De nada servía escarbar, el ayer se había llevado todo el hechizo; entonces he cerrado  la memoria del recuerdo y he seguido leyendo sin leer.

2 comentarios:

Maria Coca dijo...

El tiempo siempre nos marca. Y dicen que el rostro es el espejo del alma. En nuestro rostro se refleja mucho de lo que no expresamos abiertamente.

La vida mancha, amiga mía. A todos nos mancha, pero hay que procurar no perder jamás cierta inocencia verdad?

Un abrazo y buena semana!!!!

MarianGardi dijo...

Querida amiga, el tiempo lo transforma todo, para bien o mal.
En las personas hace naufragios.
Bonito micro relato.
Un beso grande