jueves, enero 23, 2014

EL MUNDO


Aún no despunta la luz, los cristales permanecen empañados; no sé qué pasará por ahí fuera pues todavía no he leído las cabeceras de los periódicos, ni encendido la radio, pero me he pegado la primera carcajada del día con este “Micro” de un compañero de blog.
Después de reírme, me he acordado de mi madre, vestida siempre de gris plata y ceniza. Si la quiero animar, porque su ánimo se levantó gateando por el subsuelo de la vida, no la puedo narrar alegrías; aún la hundo más. Entonces mi memoria comienza a buscar en los archivos de desgracias las más fuertes y tremendas y, si no las tengo del tamaño necesario, soy capaz de inventármelas con tal de escuchar que su voz coge brío y su cabeza abandona las texturas más negras; no es que goce con las desgracias ajenas, pero se siente tan identificada que se la olvidan sus propias amarguras.
Anoche estuve hablando con ella hasta la madrugada y no tuve que rebuscar ninguna desgracia ajena; yo misma aportaba suficientes morteros para que cuando colgué el teléfono la penúltima vez, ella me volviera a llamar para darme ánimos con un tono de voz armónico y juvenil.

Cuando he despertado todavía mis desencuentros de ayer estaban dormidos con lo que no me acordaba de ellos, así que he empezado el nuevo día virgen, con una sonora carcajada que me ha regalado este compañero. Y es que sonreír, ya me lo decía ayer una amiga, es tan necesario como respirar y tú, yo, cualquiera, necesitamos kilos y kilos de buen humor para sobrevivir porque a veces salir al mundo es para escupirlo y volver a invernarte.

3 comentarios:

bixen dijo...

Por lo que se ve, Toro no escupe a sotavento... ni a barlovento.
Me gusta tu nueva, de nuevo, sonrisa. ¡Muy más mucho!

bixen dijo...

El mundo mira
y por una sonrisa,
él gira y gira.

TORO SALVAJE dijo...

Valió la pena escribirlo por ver tu sonrisa.

:)