Desde ayer no pienso sino en ti; tu tristeza me amarró. Ese segundo plano
en el que has impuesto a tu persona me deja sin palabras; como sin palabras
dices tanto con sólo mirarte.
Tu belleza sigue ahí, pero ahora invertida de nostalgia, inmaculada de un
leve velo por el cual se te adivina que estás ahí sin dejarte ver.
Nada pude hacer, no era el momento, sino abrazarte y envolverte del calor
de la amistad, del que entiende sin saber, respetando el mutismo que, a veces,
todos hacemos gala de él, porque nos conviene, porque lo sentimos así, porque
no lo sabemos hacer de otra manera.
Sí, el no saber sobre los otros nos induce a errar en la mayoría de los
casos; en otros, la prudencia, la falta de confianza, nos hace ser precavidos
con el dolor ajeno.
Y es que cuando te rememoro, es cuando siento ese dolor taimado en el que
te hayas… ¿Por qué? Te preguntarían algunos y yo te diría: por todo y por nada.
Hay veces que la vida te hunde sabiendo
sus motivos; otras, sin embargo, te ves arrastrada por la furia de la noche en
que se ve enredado tu ánimo.
Apenas intuyes la energía para romper la tela de araña que poco a poco te
va asfixiando, y te limitas a mover tu
sombra para acallar las voces que sospechen que tú no estás, porque en el
fondo, no quieres que se sepa, aunque tu rostro chille sin cesar mientras tu
boca hace un amago de sonrisa, más que nada para que la sospecha no sospeche.
¿Y yo, qué he de decirte? Nada puedo sino entenderte aunque no sepa.
Pienso en mí, en la de miles de perdones que me pido al cerrar cada día los
ojos y la de miles de oportunidades que me doy cuando despierto cada mañana
buscando ávida, además, la luz que me haga sonreír, el abrigo que mejor me
siente para atrapar una esperanza, y el valor para encarar lo anodino que pueden
llegar a ser nuestras horas si no tenemos la fuerza de voluntad de arrancar una
chispa a nuestro ánimo contrito.
Vuela, vuela sobre la nube, agárrate a “tu cuatro patas” que no sólo sabe
sacar lo mejor de ti sino, además, iluminar tu rostro de la mayor carcajada (Ya
sabes eso que dice que “cuánto más conozco al hombre, más amo a mi perro”), y
no te abandones, no te abandones nunca; construye tu mundo a tu medida sin
dejar de ver la realidad… Ya verás, esto es un tormenta pasajera, aunque tú la
sientas como eterna y, un buen día, como cuando llega la primavera, te volveré
a ver pasar sintiendo como la primera vez que te vi que eres una mujer de
bandera.
3 comentarios:
Hay que sacar los fantasmas y posicionaros en el lado positivo de la existencia.
Muchas personas caen en depresiones que tiran de ellas para el abismo.
Bello relato solidario con la amistad.
Feliz Año Viejo!!
Un fuerte abrazo
Sigues siendo exquisita
Soco
Somo hijos del tiempo y sus trampas,todo pasa,y hay situaciones que quisiéramos fosar,la primavera siempre llega.
Fabulosa como siempre.
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