Cada vez ella mi inspira más ternura; es como si el tiempo y las
circunstancias la fueran despojando de ese rictus amargo con el que trataba a
mi persona. Con más facilidad olvido pasajes
del ayer que no debieron haber ocurrido jamás. Mi memoria se abre a la
selectividad de lo que ella hizo por mí que fue mucho y bueno, y con eso me
quiero quedar…
La observé en la distancia. Permanecía cabizbaja como mirando sus manos sin
verlas, y en actitud de esperando algo que no llegaba nunca… Y a pesar de que
apenas ve, presintió mi llegada y volvió su cabeza hacia mí. Me acerqué
despacio, con la sonrisa colgada en los ojos, de esas sonrisas que salen de
hondo sin poderlas reprimir. La besé como hacía mucho tiempo que no salía ese
gesto espontáneo. La besé como se besaba antes, de besos sonoros y conscientes
del valor que quieres imprimir en ellos. Su mirada inexpresiva sonrió también
como si hubiera llegado a puerto, como si aquello que estaba esperando, al fin,
había llegado.
Entonces comprendí que ambas estábamos predestinadas a entendernos, aunque
nuestros caminos fueran dispares, aunque ella tambalease con la negrura de la
vida, y yo volara con la esperanza, con la luz de la alegría a la que no quiero
renunciar por mucho que ella me la quiera arrebatar. Nuestros lenguajes han
sido tan diferentes que era imposible que ella me comprendiera y la razón se
negase a admitir las palabras que me transmitía.
Sin embargo, ahí estamos las dos como madre e hija caminando apoyadas la
una con la otra, y yo tratando de hacerla feliz aunque sea contándola
desgracias ajenas.
Requiebros de la vida, segundas oportunidades, todo vale con tal de llegar
al entendimiento, con tal de sembrar el calor de mi anciana madre que espera su
parca con el temor a lo desconocido. Se aferra a mí como un niño ante lo
desconocido; ahora soy sus ojos, la voz con la que se quiere hacer entender, el
cariño que no supo demostrar… Soy su segundo yo y lo trato de hacer con todo el
amor del que soy capaz.
4 comentarios:
Muy emotivo.
Seguro que eres un segundo yo maravilloso.
Besos.
Triste pero hermoso relato.
Y pienso en la fusión que tengo con mi hija y cuan afortunada soy.
Me gusta ver que la amas pensando en el bien que te aportó y olvidaste lo negativo.
A veces las madres no sabemos hacerlo mejor.
Un abrazo querida
Afortunada tú, que puedes disfrutar de ese encuentro, aún con las limitaciones de la edad.
Un abrazo.
Es muy difícil, a veces, pero tu resolución amorosa es la mejor. Te quiero...
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