El día, aquí en Castilla, ha amanecido gris; unas nubes van y vienen
cambiando el color del oscuro al claro. A veces hasta el sol intenta hacerse
hueco en este paisaje de luces cenizas; tal vez la mañana está como el ánimo de
los españoles. Pues sí, nuestros ánimos llevan tiempo bajo mínimos porque el
horizonte se nos ha achicado tanto, que seis millones de ciudadanos ya no lo
tienen.
Sin embargo, no sé en otras naciones, pero en la nuestra pronto sacamos
asideros a los que sujetarnos aunque sea
mientras nos tomamos ese vinito que tanto nos gusta. El ingenio español para
hacer un chiste es único; no han pasado cinco minutos de alguna noticia “chusca”,
cuando ya está rodando en los espacios de las ondas alguna gracia sobre el asunto del momento.
Las últimas cuarenta y ocho horas estábamos con una ilusión.
Ilusiones que nos hacen bien a
nuestros ánimos, ilusiones por las que miramos al futuro con benevolencia, con
la esperanza que algo cambie, y vayamos saliendo de ese pozo sin fin en el que
se ha convertido la vida para prácticamente todos los españoles; el que más o
el que menos, está tocado por la varita de la mala fortuna. ¿Quién no tiene un
amigo, un familiar, que no haya sufrido esta mala racha? Pero en estas últimas
horas estábamos animosos, los medios de comunicación nos bombardeaban a que
estuviéramos expectantes y animosos, y todos cogidos de la mano hacíamos corro
entorno a Madrid; el cuento de la lechera se nos da genial, y a él nos
sujetábamos haciendo cálculos de prosperidad. Pero ayer, pasadas las ocho y
media de la tarde, noventa y cuatro jueces nos juzgaron y nos mandaron a “la
puta calle”, vamos, donde estamos desde hace bastante tiempo.
Minutos siguiente, jurábamos en arameo, las madres de esos noventa y cuatro
estaban muy solicitadas y… poco a poco fuimos agachando las orejas, y aceptando
ese no que tanto escuece y al que estamos tan acostumbrados.
¿Y? Sí, los españoles no gustamos por ahí afuera, por lo que sea, pero no
gustamos. Es triste, sí, pero nadie nos quita nuestro buen humor, nuestra
sonrisa, ni nuestro Nadal, Gasol, selección, Alonso, nuestras chicas de
natación, ni muchísimas cosas más. Que no, no nos acomplejemos porque “España
es diferente” y a mí me gusta ser española y diferente. ¿Qué tenemos mala
suerte? Pues sí, pero nos damos cancha para seguir riéndonos que es sanísimo, y
hace las penas menos gordas. Si no, ahí tenemos la mofa de turno con la señora
Botella y el inglés de marras, si hasta he leído poesías dedicadas a la insigne
señora.
No pasa nada, mañana será otro día…
1 comentario:
Querida amiga, la botella hay que tirarla al mar para que rebote en el agua con un mensaje dentro.
El 28 de este mes un sábado a las 18 horas estoy en Madrid en el Café Comercial, Glorieta de Bilbao, presentando mi segundo libro, un Ensayo.
¡¡Cuanto me gustaría que pudieras venir!!
En mi blog tienes toda la información.
Un abrazo querida amiga y compañera de letras
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