Recuerdo cuando te ponías a buscar sorpresas por el jardín. Agudizabas la
mirada penetrando en los lugares más insospechados. Siempre encontrabas la flor
tardía que pendía de algún árbol, o el racimo de ciruelas que a mí se me había pasado desapercibido…
Esta tarde, una vez que terminé de regar, me senté en las escaleras a fumar
un cigarrillo, y la vista se prendió en ese arbolillo de tronco desgarbado y
copa graciosa. Sin duda es una especie rara, como si fuera en contra de las
estaciones, y vaga en medio de la naturaleza a su libre albedrío.
Marian, no sé si desde arriba lo verás, tiene las hojas café con leche,
pequeñas y de tacto suave; tu color favorito. Justo nacen de ramas tan endebles
que parecen que se van a partir de finas que son. Sin embargo, ahí están
armoniosamente conjuntadas haciendo una copa delicada.
Pero según ha ascendido mi mirada he encontrado la sorpresa de septiembre:
en lo más alto estaba cuajado de flores rosas, diminutos pétalos naciendo al
sol tardío del verano.
Y es cuando me he dado cuenta que eras tú quién me ha guiado porque aunque
no estás, estás en cada rincón de nuestras vidas, enganchada a esas sorpresas
que salen en el recodo del camino del día a día.
1 comentario:
Celebro este nuevo impulso al blog. En las cosas cotidianas hay muchos detalles de quienes echamos en falta.
Besos sin agobios de calores.
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