Hay un refrán que versa lo siguiente: “la mujer del César no sólo debe ser
honrada, sino parecerlo”… Llevo meses sin publicar y vuelvo con un refrán como
chispa que enciende mis letras, como si no me hubieran pasado cosas en este
tiempo para que las palabras se pusieran en movimiento. Pero es que la
imaginación, la sensibilidad para contar a veces necesita cierto reposo y, un
buen día, sin saber por qué, los dedos se ponen en funcionamiento y el dueño de
ellos se pone rápido a cazar esos impulsos.
Este estío no he leído libros, tan sólo artículos, cuentos cortos de mi
apreciada Almudena Grandes. Pero había una constante en cada hoja que se
instalaba delante de mis ojos: la princesa Doña Leticia… Ya sé que a la mayoría
de vosotros que pululáis por los blogs de escritura os trae al pairo esta
señora, pero es que a mí me ha tocado la fibra sensible. El ambiente público
español está tan revuelto que no nos faltaba otra cosa que esta señora
contribuyera a revolverlo más.
Soy de las que cree en “la marca España” como eslabón para conectar con el
exterior y proyectar una imagen de lo que somos, y la verdad es que estamos
reflejando una imagen poco apta para que compren nuestra credibilidad. Menos
mal que Nadal sale en nuestro auxilio, las chicas de natación, y alguna cosilla
más; pare usted de contar… O al menos es lo que llega a mis ojos y oídos.
Y en esta maraña aparece la
Doña que va de por libre sin ser consciente de que ir de por
libre en ciertos momentos es perjudicial para todos. Es cierto que la prensa la
ha tratado muy mal, que sus propios compañeros de profesión han sido los
primeros maltratadores hasta que ella se ha quemado de tal forma que le da
igual ocho que treinta y ocho; pues no, Señora mía, eso usted no se lo puede
permitir, porque de la imagen que usted proyecte ante los demás pende un hilito
la estabilidad de los españoles y le aseguro que la necesitamos y mucho; ya
habrá tiempo de pensar en otras repúblicas como modo de llegar a un equilibrio,
pero éste no es el momento.
Ahora lo que toca es ser piña y trabajar por un bien común. Claro que
tampoco es el momento de independencias, ni roturas ni siquiera de divorcios,
sino es el momento de hablar un mismo lenguaje, sanear la oferta política y
hacer caer la justicia a aquellos que nos han hundido hasta dejarnos en la
banca rota económico y moral.
Señora doña Leticia, deje sus zambras y arrime el hombro, ya sabe que la
mujer del César no sólo tiene que parecerlo, sino también serlo.
1 comentario:
Muchas veces nos ilusionamos de aquellos que no podemos tener a nuestro lado, y luego culpamos al destino de su propia decisión. Es el esquema de Romeo y Julietta, pero pueden ser los hijos; no siempre es un enfoque de pareja.
Cuando el destino se cruza en tu camino no te deja otra alternativa. Como cuando te sale un grano en la frente y no hay más remedio que ponerse una tirita. A mis años aún busco cada mañana granos en mi frente.
Que sepas sigo entrando con la ilusión del que espera lo inesperado.
Abrazos y café del bueno.
Codorníu.
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