miércoles, septiembre 25, 2013

A VUELTAS CON EL OTOÑO

Dicen que el cambio de estación interfiere en el ánimo de las personas… Esta afirmación me hacía gracia, y observaba a mi entorno para ver hasta qué punto eso era cierto.
Un buen día, allá por mayo, me pesqué a mí misma sonriendo a la luz, y que miraba con gratitud el colorido de las flores, del campo... Claro que estas sensaciones tan placenteras ya las había sentido antes, sin embargo, como muchas cosas, no había sido consciente hasta ese momento. A partir de ahí mi comportamiento cambió. Tal vez sea debido a que la prisa se ha esfumado de mi vida y, si por un casual, aparece amontonada porque se me acumulan quehaceres, me paro, la miro de frente, y la mando a tomar viento fresco. Sí, es cierto, soy una beneficiada de la calma porque el tiempo ha puesto mis prioridades, mi estado anímico en orden. Claro que añoro aquellos momentos en que era capaz de hacer cuatro, cinco cosas a la vez, pero ahora hago la lectura del revés: no me enteraba de la vida, no saboreaba prácticamente ninguna sensación placentera; es más, me gusta hacer ejercicio de la memoria y rebuscar en el desván ciertos tiempos pasados como la infancia de mis hijos… Muy deprimente, ha de ser mi madre quien a veces me recuerde pasajes. Yo en aquel tiempo trataba de engullir la vida personal y laboral deprisa, muy deprisa. El resultado, al cabo de los años, fue negativo cien por cien. Pero ya sabéis ese refrán “Agua pasada no mueve molino”, así que de nada sirve lamentarse, sólo queda meter en la mochila las experiencias para que nos sirvan positivamente en el presente, que es realmente lo único que tenemos. No quiero ser ceniza porque no ponga el futuro en mi programa; éste viene por sí solo, y de lo único que me he de preocupar es del ahora.
Bien, pues el otro día llegó el otoño, muy poca gracia me hizo, la verdad. Allá se fue la luz, las flores, el verde, el mar como tantas cosas más, y me quedé mirando a ese otoño con el ceño fruncido. Él me observaba tratándome de engañar con grados subidos de tono hasta que miré al jardín y lo vi plagado de diminutas hojas ocres en el suelo mientras la luz se apagaba delante de mis narices; me puse triste y mi cabeza, cual caja registradora se puso a enumerar todas mis pérdidas; cuantiosas y me enfadé. No con el otoño, sino conmigo misma por no ser capaz de leer en positivo, y dejarme arrastrar por la nostalgia de mi ruina
Encendí un cigarrillo (insano para la salud, buenísimo para ayudarme a pensar, y colocar los muebles mentales en el lugar más acogedor como favorecedor) y llegué a dos conclusiones: qué bueno, un año más que estoy aquí… Qué buena oportunidad para comenzar otros proyectos…

En fin, os dejo que me voy en busca de mis proyectos otoñales, ¿vosotros ya los tenéis?... Siempre luchando a brazo partido conmigo misma, a veces me canso, ¿vosotros no?

3 comentarios:

PEPE LASALA dijo...

Hola Mª Ángeles, pues sí, hay que tener proyectos otoñales, y ver esta estación de color azul, en definitiva, buscarle el encanto. Un beso grande y buen finde.

Micaela dijo...

Muy buena entrada querida amiga. El otoño invita al recogimiento y a la reflexión. Yo creo que es una estación maravillosa. El paisaje es de una belleza sublime, con esos colores ocres y rojizos y los atardeceres son espectaculares. Hay que encontrar lo positivo sin duda, en cada momento. Besos.

Gregorio dijo...

APELLIDO CANTALAPIEDRA

Dicen que nuestro apellido
es de Medina del Campo,
que allí se encuentra imprimido
en algún archivo largo.

Cantalapiedra apellido
de carácter castellano,
su nombre está repartido
por cualquier sitio lejano.

Llevamos el apellido
con dignidad sin halagos,
nadie se sienta oprimido
por tener signos tan largos.

En el año mil quinientos
los datos ya se marcaron,
y parece que son ciertos
su rumbo siempre llevaron.

Emigrantes desde siempre,
buscando tal vez trabajo,
habrá que tener presente
su hidalguía desde abajo.

Dos escudos de sus armas
distintos pero tallados,
nunca existieron alarmas
fueron en piedra labrados.

En los campos de Castilla
su nombre sigue brillando,
La Seca fue esa gran Villa
con su historia recordando.

Cantalapiedra es memoria
de muchas emigraciones,
que fueron buscando gloria
por muy distintas regiones.

Si miramos el pasado
apreciaremos su historia,
es apellido marcado
que supo de lucha y gloria.
G X Cantalapiedra.