domingo, febrero 03, 2013

MIS MAÑANAS DE FEBRERO


Todas las ciudades por hermosas que sean tienen algo de decepcionante en sus primeras miradas; uno no se enamora de ellas nada más verse y menos esas ciudades que son mundos sin horizonte y rugen a todas horas. En ellas el tiempo apremia galopando sin respiro hasta que llegan esas mañanas festivas que son un bálsamo para cualquier ciudadano que habite en ellas.
No dejo de pensar en los pobres habitantes de Madrid, de buen carácter y resistentes a lo que les echen. Su vida no sólo está alterada por el ruido y la prisa sino, además, por la alteración de su rutina por manifestaciones constantes, por policías corriendo tras los que alteran el orden público, un medio degradado por la contaminación en cualquier orden o perfil en que la observes.  Lo cara que resulta la vida social en esta urbe… Reconozco que no soy benévola con esta ciudad que me provoca soledad, ansiedad y no sé cuántas cosas más. Sin embargo, hay mañanas de domingo en que ambas, Madrid y yo, nos damos una tregua; así hacen en la guerra.
Como las de este febrero temblón, de cielos de hielo y que, sin embargo, te paras al sol tierno del medio día mientras tus abismos pasean solamente con el canto de unos pájaros que respiran nueva vida, y te sientes agradecida por este Madrid mudo que cobija a todo aquel que llega a sus huesos de asfalto y hormigón. El agua, los árboles, la tierra, todos ellos se preparan para resurgir de nuevo, de sus propias cenizas. El azul afligido por esas nubes que taponan su esencia se calman en estas mañanas mías de febrero y, nuevamente, vuelve a nacer en mí la pureza de seguir creyendo cuando, lo normal, es que viva nada más en mis sueños, esos sueños que viven en la noche cuando el bramido de Madrid es un simple murmullo.

2 comentarios:

Nómada planetario dijo...

Vivir en las grandes urbes tiene sus peajes. Las dos caras de la moneda: el sin vivir de los días laborales y el relax de los festivos van en el mismo paquete. Elige aquello que más se acomode a tu perfil.
Besos con los dedos helados por el frío que se cuela por el maldito aluminio.

bixen dijo...

¡Qué bien y bonito lo describes!
Estuve en verano en Madrid y me pareció precioso; lo que no antes. También lo cosmopolita de sus gentes, que siempre caracterizó a la capi, devuelve a los hoy ya castizos su condición de chulapas, con el orgullo y humildad de antaño, pero sin la prepotencia chulesca de "ayer tarde".

Que te sigo leyendo... vamos.