No sé si habrá gente que hable tanto del tren como yo, tan
poco sé si las personas que me leen pensarán que soy una fórmula
propagandística de Renfe y Adif; os aseguro que no. Por una vez en la vida
llevaré la contraria a mi marido que sostiene una máxima bastante real cuando
dice “Fea costumbre del ser humano a hablar sin saber”… Pues yo sí sé las
sensaciones que me provoca este medio de transporte ya que una parte de mis
horas, las paso allí metida.
Cuando me acomodo en el sillón se produce el primer
registro: es temprano, todo el mundo entra silencioso a ocupar sus plazas;
huelen a jabón y agua fresca. Cierro los
ojos y apoyo la cabeza en el respaldo. Las voces son suaves entremezclándose
unas con otras, palabras nítidas que conforman frases mientras mi desdén se bambolea
haciendo conjeturas de quién será quién.
Voces que a esas horas se transforman en susurros y arrullan mi sopor cuando
megafonía acude a agitar a unos y a otros para que suban o bajen en la estación de
turno.
Abro los ojos encontrándome con copos de nieve decorando el
paisaje, el calor de la chimenea en mi mente y el aroma a leña y piña colgado
de mi olfato… Cierro nuevamente los
ojos; el tren arranca y mi ánimo vuelve
a reposar prendido de voces vitaminadas de ilusión y competencia. Es un don que
nos regala cada comienzo de un día más en nuestras vidas: el poder acallar los
fantasmas, el prodigio de la oportunidad para enmendar los errores, asumir, o
mejor dicho, aprender a asumir los pequeños desastres cotidianos.
Abro los ojos y la niebla se cuela por la ventana. Respiro
silencio, sosegada paz que enmienda el equilibrio del ánimo y la voluntad para
seguir galopando no perdiendo de vista las huellas del camino de cada cual.
Ya he llegado a mi destino; recojo los aperos y me dispongo
a labrar el tiempo que me sigue a la
zaga sin dejar de lado al Peter Pan que corretea en los interiores de la
persona que soy, y acicalando mis canas mientras hago equilibrios para no
perder la madurez.
3 comentarios:
Cuando yo era chico y viajaba a Huelva solo en el tren desde Cartagena, se hacían 2 transbordos, uno en San Juan y otro en Sevilla. El tren de Sevilla a Huelva llevaba entonces los asientos de listones de madera, como los de algunos parques actuales... Bueno, pues, ya digo, iba solo y mis padres me ponían de custodia a la guardia civil y si estos sabían que habían monjitas en algún vagón, me ponían con ellas... jeje... Seeeeeeeeeee... parecía un pequeño preso en manos de la G.C. jajajajajajaja
Sí, a mí, me encanta el tren, me trae muchos recuerdos, como que en que iba a Sevilla, había un hombre que iba vendiendo y tb sorteando pasteles de merengue... Ya ves, recuerdos de una infancia que nunca se olvidan.
Besibrazos.
Cuando he dicho San Juan, quería decir Alcazar de San Juan... jeje
Tus amigos de la Tertulia Cofrade Cruz Arbórea te desean de corazón Feliz Navidad y próspero Año Nuevo. ¡¡¡ PAZ Y AMOR !!!
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