Ayer
cambié el campo por la ciudad en un otoño tan caliente como adamascado en
ciruelas y pasas. Pronto mis ojos se habituaron al ritmo trepidante de las
imágenes, al gentío de la urbe como mis pasos, al principio tartajas entre
tanto coche y vaivén de multitudes en las aceras, y mis oídos achicados de
tanto ruido, pero rápido tomé posiciones pues la ciudad me recibía con alegría,
esa que se me había esfumado en las últimas horas. Deshice las maletas que
parecían atesorar los recuerdos de cinco meses en campos de Castilla, allí
donde el sol aplana y al caer la tarde embruja con su calma y silencio mientras
una brisa abanica las tertulias. Respiré hondo los aromas allí guardados de sal
y tierra hasta que estuvo todo en orden.
Después
pasé al colgar en mi jardín flotante esas plantas que verdean mis otoños e
inviernos, tan mimosas como las tardes de membrillo, y esta mañana cuando el
horizonte despertaba, una flor roja me ha regalado un buenos días generoso. La
ciudad aún rezumaba silencios en siseos lejanos y me he sentado a contemplar la
vida que en ese instante alboreaba mientras la cafetera chispeaba y un
cigarrillo descorría un pensamiento…”Cuando la razón huye despavorida y deja
solo al sentimiento es un riesgo de
consecuencias incalculables porque las masas no controlan, no gestionan, no
disciernen entre el bien y el mal, solo son guiadas por el instinto”
De
repente, un frio inusual ha recorrido mi piel erizándola de miedos y
controversias y más que nunca he deseado un deseo consciente de que alguien me
abrazara, de que alguien me acunara en palabras de concordia, de que alguien
tirara de mí pues todo me flaqueaba. He necesitado de mí misma para pintar un
sol, un sol tibio que amanse mis temores y que ilumine mi juicio desnortado.
Sí, he sentido el terror, el desasosiego, el pánico, de un niño al despertar de
una mala pesadilla y cuando mi conciencia ha abierto sus alas a la realidad, me
he encontrado con el adulto que llevo dentro, ese que masco a diario entre la
razón, el juicio, el sentimiento, la esperanza y la alegría y no me ha quedado
más remedio que enarbolar la bandera de la camaradería, la hermandad, la
amistad y la unión.
Buenos
días a todos!!!
4 comentarios:
Ya podía cundir el ejemplo.
Así es amiga...La razón y el sentimiento deben ir unidos para que todo fluya con orden y paz...Buena y meditada reflexión.
Mi abrazo y gracias por tu cercanía.
¡Esa desconocida bandera! La que no crea divisiones ni odios...se presta a meditar tu escrito.
Abrazos
Bienvenida con tus buenos deseos. Eres un bálsamo con tus bellas letras en estos días otoñales difíciles por los que estamos pasando.
Miles de besos, preciosa.
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