lunes, septiembre 18, 2017

MELANCOLÍA

Las tardes se acortan mientras las horas se pliegan en sí mismas y la felicidad palidece con esa luz que se escapa a mis ojos.

El frescor de la tierra gatea por mis piernas tanto al alba como en las tardes que languidecen tan temprano, tan pronto, que no me acostumbro a decir adiós al día que se resbala en largas noches achicando el manantial de luz que adorna mis horas desde primavera.

El tiempo muta, se mueve con la cadencia de una estación mientras la melancolía se cuela por las rendijas de esta vida mía que no se acostumbra a decir adiós… Adiós a las gaviotas, al rumor pausado de las olas, al runrún del estío, al azul celeste hasta altas horas de la noche. A fresas, vainillas y melocotones con que mis ojos saludan y despiden a los días que me acompañan. A la música del grillo y del gorrión, al aroma de la tierra recién segada y a la sal de la mar.

El tiempo se diluye en mis dedos, se desliza en mi memoria y un tibio reflejo de mi vida garabatea en una instantánea que será el único recuerdo que me susurre en los largos días de invierno cuando la memoria juguetee con el ayer dulce de mi existencia. 

Entonces la nostalgia se vestirá en mi alma como una dama melancólica hasta que mis ojos se vuelva a encender de esas luces otoñales que abren mis poros a nuevas sensaciones.

1 comentario:

Macondo dijo...

Convierte en hastaluegos los adioses y dedícate a vivir los holas.
Besos.