lunes, febrero 20, 2017

A VECES TODOS SOMOS IGUALES

Soy animal de costumbres, más, por las mañanas. El café despeja las nieblas más hondas, sin embargo los velos suaves e insinuantes del sueño tardan en evaporarse. Tal vez, de ahí, que necesite de una rutina para no extraviarme.
Bajo una cuestecilla todos los días a la misma hora. Me sé los socavones, los pasos de cebra, el sol menudo al doblar la esquina. Continúo y, al cruzar la calle, me espera ese suave aroma dulce, entrecortado, leve, profundo. Es la pastelería con la trampilla a medio subir que nos deleita desde el obrador a los durmientes que vamos camino del trabajo.
Sistemáticamente en el momento que me alcanza el tufillo cierro los ojos; me agrada empaparme de esa dulzura de crema, masa y azúcar.
Hoy, al abrir de nuevo los ojos, me he topado con un hombre parado justo en la puerta que realizaba miméticamente el mismo gesto que yo, aunque entre ambos había todo un mundo. Yo olía a jabón y me sobraban kilos en mi cuerpo. Él,  hacinado en una cáscara gruesa de suciedad y un aspecto famélico.

Era una instantánea regia, digna y titubeante de cualquier ser humano. La limpieza y la mugre, la gula y la necesidad…, cuatro palabras que nos alejaban y, sin embargo, los dos, la riqueza y la pobreza unidas por un pequeño placer.

4 comentarios:

Macondo dijo...

Al fin y al cabo todos estamos cortados por parecidos patrones, aunque los caminos recorramos sean bien distintos.

Mª Jesús Muñoz dijo...

La vida nos habla cada día desde el placer y desde la desdicha...Y ahí estamos frente a ese puzle del que cada uno formamos parte.
Mi abrazo y feliz semana.

Pedro Luso de Carvalho dijo...

Gosto muito dos teus inteligentes e sensíveis textos, como este A veces todos somos iguales. Parabéns.
Tenhas uma bela semana.
Um beijo, Mª Ángeles.
Pedro

Celia dijo...

He olido el aroma, ummmm.
Un mundo de contrastes.
Besos.