ANOCHE SOÑÉ

... Estaba profundamente dormida, lo sé. Algo en medio de la noche me sustrajo de las profundidades de la inconsciencia. Apenas podía abrir los ojos, los vahos del sueño me lo impedían... Caí abatida de nuevo, sin embargo, ahora notaba que me hallaba en un duerme vela; en cierto modo era consciente de que soñaba. Mi mente bien acoplada disfrutaba de lo etéreo de aquellas sensaciones.

De pronto, abrí los ojos; sí, estaba despierta de nuevo. Por las rendijas de la persiana entraba un rayo diminuto de luz, su fuerza era increíble. Tumbada me quedé extasiada mirándolo y percibí un sonido. Sonreí, me dije que era imposible y que estaba soñando despierta; la noche es perpetua, muda a esas horas, pero... el sonido volvió y me levanté.
Me sentía feliz de saberme consciente y palpitar con la idea de conocer donde estaba en ese momento.

Subí la persiana, el aire helado terminó de despejarme. Sin darme cuenta, mis ojos buscaban en la lejanía las siluetas hermosas y macizas de unas cúpulas ¿Dónde estaban escondidas las sombras de los minaretes? No veía, pero la voz del muecín me elevaba con él por el cielo helado de la noche.
Esperé, sin embargo la vigilia fue inútil. Frágiles segundos de placer se aposentaron junto a mi almohada. El aroma a especias vino a mí como elixir para sumergirme en mi amado Estambul.

… Anoche soñé que estaba en aquella misteriosa tierra; hoy, leía complacida, era muy tarde. Sin saber el porqué, giré la cabeza hacia la ventana, y vi la misma luz de mi sueño y de pronto, escuché el canto de muecín; la diferencia residía en que mi espacio era Madrid.