miércoles, septiembre 09, 2009

PLAZA DE TOROS DE LAS VENTAS

Cada mañana tengo el privilegio de esperar el bus en una parada singular; no es lo mismo aguardar mientras tu vista choca contra lo anodino, o ver como tus ojos se recrean desde primeras horas del día en una visión majestuosa.
Me refiero a la Plaza de toros de las Ventas en Madrid.
Es una edificación con duende propio cuya magia surge en dos momentos distintos: el primero nace con el amanecer. El sol se empotra en una de sus fachadas haciendo que el ladrillo se embolse un tono cobrizo y los azulejos se conviertan en reflejos dorados. Los cestillos de gitanillas rojas que envuelven a la plaza murmuran hechizos granas aún por despertar. Es una percepción alegre que nace a la vida para ser contemplada en todo su esplendor.
El segundo momento mágico es cuando la lluvia cae mansamente sobre ella confiriéndola un aire trágico cuyo color rojizo muere en esa espera mientras la nube llora y un rayo lucha con el estoque. Renace de su sino infausto y los cestillos de gitanillas rojas como la sangre torera se iluminan; todo un espectáculo porque el gris bravo del cielo semeja a la casta del toro, y la luz del sol, al torero valiente.
... Y así van pasando las mañanas cuando una no quiere desprenderse de la sábanas y, para colmo, se hilvana a un coso donde la belleza se atisba con un juego de luces naturales como la vida misma.

10 comentarios:

TORO SALVAJE dijo...

Debe ser una de las paradas más bonitas del mundo.

Besos.

aapayés dijo...

Pues es una maravilla como lo has escrito.. da envidia de la sana disfrutar de tan hermoso paisaje.

Un gusto leerte siempre


Un abrazo
Saludos fraternos

Anónimo dijo...

Bueno... qué razón tienes. Conozco la zona y estoy casi viéndola según te leo.

Lo de desprenderse de las sábanas es otro cantar según se vea. Éste que te escribe -como madruga tanto- tiene otro concepto del "desprenderse". Son ellas las que me siguen enrolladas en torno a mí como togas romanas. Sólo a base de patadas al aire, y manotazos consigo zafarme de sus blancos abrazos.

Buen día, amiga.
Pepe
(Ánimo, que dentro de poco ya no trabajarás los sábados)

Antonio dijo...

Precioso relato. Por un momento te he acompañado en la visión y percepción de esa maravillosa obra. Es un templo del manejo y arte de jugar con la muerte y la lucha entre el hombre, con su inteligencia, y el toro, salvaje y noble, que pelea por su supervivencia en un contexto extraño...
Un saludo afectuoso

guillermo elt dijo...

Todo en este mundo, rezuma belleza y sentimiento si nuestra alma tiene la suficiente sensibilidad... y tú la tienes y de sobra.

Besicos.

MarianGardi dijo...

A veces al vida se conjuga para ofrecernos lo mejor, entre ellos, los paisajes y los sitios donde pernoctamos o vivimos.
Besote wapa

Nómada planetario dijo...

Como bien dices es un privilegio disfrutar de tal panorámica. Por otra parte tiene tu estilo un aire de naturales que levanta el tendido.
Besos de subalterno, desde la barrera.

José Antonio Illanes dijo...

Muy bueno, Mari Ángeles, dan ganas de esperar al autobús aunque sea para ir a trabajar. Quien disfruta de las pequeñas cosas de la vida, como la simple vista de una plaza de toros mientras espera el autobús para ir al trabajo está condenado a ser feliz. Enhorabuena. Un abrazo.

el piano huérfano dijo...

Lo relatas de maravilla!!!

Perdon por ser indiscreta ¿eres tu en la foto?!

Eres guapisima

en serio

Anónimo dijo...

Pero que suerte...¿no te da pena que llegue demasiado pronto el autobús?
Y es que el uso del transporte público tiene sus ventajas...muy bonito.