sábado, mayo 09, 2009

EL BIBLIOTECARIO AMBULANTE

Hay barrios que a pesar de los avances y la transmutación de las grandes ciudades, aún conservan la esencia de antaño, sus rasgos preñados de humanidad.
Cada mañana paso por uno de esos antojos naturales que aún sobreviven. Le disipo despertándose, subiendo las persianas, sacudiendo las alfombras, siluetas apostadas en sus balcones midiendo los grados del día, ventilando la vida. Pero cuando más me encandila es cuando regreso a casa por la tarde porque este barrio tiene una plaza, un cuadrado chiquito donde se resume la esencia de las gentes que lo habitan. Tres de sus flancos son comercios que cada vez que los miras, más trampas bajadas tienen; la maldita crisis ahoga futuros sin duda.
La placita está rodeada de árboles rechonchos que dan sombra sin cortar la vista, y donde anidan un coro de pajarillos que amenizan las veladas. En el centro, está repleta de bancos y mesas, siempre ocupados por ancianos que juegan a las cartas, y jóvenes con ajedrez en ristre.
Hay un anciano muy gracioso cuya sonrisa, estoy convencida, la tiene tatuada en el rostro. Está sentado en un banco custodiado por un perro tan encantador como él. A su lado, una montaña de periódicos, revistas y algún que otro libro. Todo su cargamento lo saca con sumo cuidado de un carrito de la compra, y lo coloca en montoncitos en el banco. Hasta allí se acercan más ancianos a recoger la lectura; el otro día había cola. Cuando terminan de leer, lo vuelven a dejar en el banco y, de paso, hacen tertulia con el dueño de la biblioteca ambulante.
La semana pasada salí tarde de trabajar y me bajé dándo un paseo hasta casa para despejarme. Me encontré “al bibliotecario” recogiendo su mercancía, y cual fue mi sorpresa al comprobar que el anciano era ciego. Un niño de unos once años estaba ayudándole a tirar los periódicos del día, y cuando terminaron escuché preguntar al niño “¿Te lo has pasado bien hoy, Abuelo? ¿Has tenido muchos clientes? En el cole me han dado un libro más para que traigas”… Yo estaba parada en un esquinzo fumándome un cigarrillo y observando maravillada la escena. El abuelo asintió y emprendieron la marcha.
Lástima no haber tenido una máquina de fotos para inmortalizar la escena. El sol caí remolón sobre el horizonte, e iluminaba a tres figuras que lentamente desparecían de mi campo visual; el perrillo no hacía más que mover el rabo.
… Por estas cosas y muchas más, merece la pena mirar con cariño a la vida, ¿no os parece?

16 comentarios:

Anónimo dijo...

El anciano era ciego. Como Borges. Curioso. Algo hay en eso que me gustó mucho.

Eres una descriptora nata.

Un beso, y buenos días.

(Veo que muchas veces escribimos en paralelo: me refiero a las horas del amanecer)

Unknown dijo...

Qué hermoso relato, Mª Ángeles, también yo siento que la vida es hermosa cuando observo sus "pequeñas cosas", hay tanto para ver en ellas. El viejito ciego, su nieto y el perro es la santísima trinidad de una pequeña plaza.
Besos del Rel, hermosa!

TORO SALVAJE dijo...

Me parece una escena de un tiempo que ya no existe.
Como una buena película antigua.
Y resulta que todavía...
Gracias por compartirla.

Besos.

Senior Citizen dijo...

El anciano ciego al parecer quiere que los demás disfruten de lo que él no puede.

Que gran rasgo de generosidad...

Gracias por haberlo contado.

aapayés dijo...

Claro que es hermoso. esta como solo vos lo sabes hacer excelente..
esa foto te hubiese quedado maravillosa, aunque sin necesidad de ver la imagen tomada.. la has presentado tan real que se ve la foto...

precioso..

saludos fraternos
con un abrazo inmenso con mucho cariño..

un beso

que tengas un buen fin de semana

Francisco Méndez S. dijo...

A mi también me recordó a Borges, un escritor ciego y a Beethoven un músico sordo, no deja de tener su encanto.

Saludos

Micaela dijo...

Es precioso. Realmente la vida más bella es la que está al alcance de nuestras manos, en el barrio y en la calle, aunque a veces no sepamos encontrarla. Un abrazo grande.

Zayi Hernández dijo...

una vez me quedo con un ayyyyy bonito en el alma... gracias linda por deleitarnos con estos relatos.
besitos.

Luis y Mª Jesús dijo...

Tengo los ojos humedecidos. ¡Qué relato mas bonito!, espero que sea verdad. Hace falta muy poco para ser feliz incluso parece que "mucho" dificulta serlo.
Muchos besos

Nómada planetario dijo...

Una historia de este tipo, contada en un reportaje de TV, seguro que daba la campanada, ante el talibán que tiene la UMA de profe.
Besos tras el objetivo abierto.

guillermo elt dijo...

Sí, a mí tb me ha pasado en determinados momentos que, una escena cotidiana se ha clavado en mis sentidos a traves de la retina, como un sello, como una impronta, dejándome un recuerdo agradable y lleno de emoción.

Son momentos en los que pasamos por la vida lentamente.

Besicos.

Anónimo dijo...

No me importa el nombre de la plaza ni si existe en algún lugar; con que lo hayas visto con tus ojos de escritora me sirve.
Pararse y mirar lo que pasa ¡ese es el secreto1 Voy a intentarlo.Bss

Jesús Arroyo dijo...

La sonrisa tatuada en el rostro... la del abuelete... cuando enseña, cuanto dice ese gesto.
Un besazo Mª.Ángeles.
PD. Me largo a comprar la prensa, no para leer los papeles ¡no! es para ver esas sonrisas en los bancos de la plaza.
Lo dicho, besazos.

Jesús Arroyo dijo...

POr fa, no me digas nada del Madrid.

Anónimo dijo...

Buenos días. Disfruta del dimanche.
Pepe C.

PIZARR dijo...

Precioso pedacito de vida vista con esos ojos que tanto VEN.

Gracias por verlo y por contarlo como lo haces.

Un beso