Te vi llegar arrastrando tu paso y los restos de una lágrima colgada al corazón.
Tus ojos, bañados en dolor, imploraban el consuelo, el calor de una palabra.
Sentí tanta pena por tu estampa, que mi voz maulló al cielo destemplado.
Miré tu pecho, yermo de consuelos, e intuí que un pesar se hacinaba en tu coraje.
Mantuve la distancia hasta que tu voz se quebró en un llanto absoluto de quien es impotente ante una verdad sin vueltas.
Y, al fin, supe por tu voz trémula de tus duelos y pesadumbres y una sonrisa de ternura se escapó en el viento que azotaba tu tempestad maldita.
Mis manos, entonces, fueron a tus senos. Ellos no estaban, es verdad, un cáncer voló sus sienes y, sin embargo, me parecieron tan hermosos en su campo de batalla, que nunca te sentí tan mujer como en aquel instante en que besé su ausencia.
3 comentarios:
que maravilla!!!
besar la ausencia!!!
Agradecemos la dedicación que pones en cada entrada de blog.
Aprecio la pasión que se refleja en cada línea de tu artículo. ¡Gracias por compartir tu entusiasmo!
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