En el estío, cuando el sol no pica y el horizonte se esponja en
violetas y naranjas, mi Castilla nace por sus senderos.
Sus atardeceres ensanchan la última frontera de los campos de labranza, allí donde la luz descansa en la llanura y emerge otra vida al abrigo de un sol que muere.
La savia, entonces, renace en las calles apagadas de un calor que quema a mi Castilla. Es momento de encuentros y recuentos, del reposo, de calma y vientecillo ligero.
Sus atardeceres ensanchan la última frontera de los campos de labranza, allí donde la luz descansa en la llanura y emerge otra vida al abrigo de un sol que muere.
La savia, entonces, renace en las calles apagadas de un calor que quema a mi Castilla. Es momento de encuentros y recuentos, del reposo, de calma y vientecillo ligero.
Es la hora del murmullo en la calle copada de asientos con olor a
tertulia.
A la fresca de la noche se ventilan verbos del día consumido en
calores y trigales.
Las puertas de las casas se iluminan de palabras, arden las lenguas, voces entrecortadas si son cuitas del vecino y, en la espadaña de la iglesia, duerme la cigüeña.
Los caminos se pueblan de pasos tranquilos, del respirar en el silencio de una tierra que suspira después de tanto grado sin sombra.
Las puertas de las casas se iluminan de palabras, arden las lenguas, voces entrecortadas si son cuitas del vecino y, en la espadaña de la iglesia, duerme la cigüeña.
Los caminos se pueblan de pasos tranquilos, del respirar en el silencio de una tierra que suspira después de tanto grado sin sombra.
Despiertan las estrellas en este mar castellano. Son farolillos
que entonan a una luna de plata y oro.
En los bancos del apeadero de una estación de pueblo se sientan los ancianos a ver pasar un tren con destino al más allá. Lo miran iluminados viendo caer al pasajero que regresa a sus raíces.
Huele a campo, huele a tierra recién cortada, huele a la madre que parió su embrujo sobre las sienes de los hombres que la trabajaron.
En mi Castilla se ha parado el reloj por este aroma de verano que baña a mi tierra. Mañana será La verbena, después la romería, la vaquilla y el encierro.
En los bancos del apeadero de una estación de pueblo se sientan los ancianos a ver pasar un tren con destino al más allá. Lo miran iluminados viendo caer al pasajero que regresa a sus raíces.
Huele a campo, huele a tierra recién cortada, huele a la madre que parió su embrujo sobre las sienes de los hombres que la trabajaron.
En mi Castilla se ha parado el reloj por este aroma de verano que baña a mi tierra. Mañana será La verbena, después la romería, la vaquilla y el encierro.
Sí, en mis campos sesgados ha nacido el verano y con él la alegría
de la fiesta y el descanso.
6 comentarios:
Siendo tu Castilla, me has recordado a mi Aragón.
Sí. Se nos ha echado encima el verano a todos.
Dentro de nada, entre fiestas y siestas, el país pondrá el cartelito de "Cortado por obras".
Durante dos meses el calendario cambiará sus hojas inútilmente.
¿Un cafelito con hielo?
Saleta
Qué bonito, me encanta Castilla. Me has recordado a mi adorado Machado.
Besos.
Hola linda me han entrado ganas de conocer Castilla que frescura y sentimiento tus letras, precioso , un abrazo desde mi brillo del mar
Precioso.
Una descripcion perfecta de nuestros pueblos Castellanos.
Precioso.
Una descripcion perfecta de nuestros pueblos Castellanos.
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