Era de esas
noches suaves y perfumadas de incienso, de murmullos alegres y risas
complacidas cuando, de pronto, La vi llegar por la esquina.
Temblaban sus
cirios, la mecía su humanidad y, en su rostro, La Angustia de una madre. A su
vereda prendida llevaba la marcha Hosanna in Excelsis. Ya, entonces, pude ver su rostro al
completo, pude palpar la Angustia de una madre al dejar atrás a su hijo
mientras la mano del hombre mecía su dolor.
Se hizo el
silencio, el mundo paró, y una dulzaina lavó nuestros pecados. Sentí mi tierra
más mía, tierras castellanas de enjuto respeto y amor a su Angustia. Las velas
goteaban lágrimas de cera y un himno español despedía a La Virgen de Sus
Angustias con aplausos sentidos y ya un Valladolid dormido en rosarios
silenciosos cerraba una página más de su ciudad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario